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FR. G. DE SOTIELLO 303 Es posible que la conjugación de estos dos puntos de vista que nos parecen antagónicos fuera asequible suponiendo que su esca- tología filosófico-religiosa se llevase a efecto algún día: cuando en todos los hombres triunfara el espíritu, que es amor y frater­ nidad. En ese día feliz nuestras relaciones a través de los organis­ mos estatales y demás serían tan connaturales a nuestro espíritu, que nadie se sentiría oprimido. Berdiaeff, además de hombre bon­ dadoso, parece que fué un soñador impenitente. Tocante a esto que venimos tratando dedica una atención espe­ cial a la Iglesia, y se refiere a la Iglesia de Cristo, no específicamente a la Católica. Distingue como dos estratos en esa Iglesia: uno pro­ fundo, en el cual la Iglesia es vida espiritual, milagrosa, indepen­ diente de las leyes sociales, fraternidad de los hombres en Cristo, vida misteriosa de Cristo en las relaciones humanas. Y en este sen­ tido la Iglesia es libertad y amor, una libertad ilimitada por obra de la gracia. La autoridad exterior queda descartada en absoluto. Pero la Iglesia es también objetivación de la vida religiosa, si se la considera como realidad social. Contra esta objetivación nos dice que no hay más centro existencial en la Iglesia que Jesucristo. Esto no quiere decir que tome partido por una Iglesia invisible. De ningún modo. Gomo cristiano ortodoxo que fué, admite los signos sen­ sibles, los templos, los sacramentos, la misma jerarquía. Pero toda esta parte que cae bajo los sentidos no tiene más que un carácter simbólico, fenoménico. La parte noumenal es el espíritu del reino de Dios. No se trata de destruir esta realidad fenoménica, sino úni­ camente de darle un valor secundario y simbólico. ALBOREA LA SALVACION ¿Quedará alguna salvación? El mismo nombre de filosofía m e- siánica es ya un indicio de esperanza. Berdiaeff se profesa cristiano y conserva del cristianismo ese sentido de redención que nos man ­ tiene en confianza aun en medio de las perspectivas más adversas. Recordemos el pensamiento de San Agustín de que nunca el hombre se degenera hasta al grado que no quede en él un punto de con­ tacto con Dios y una posibilidad de regeneración. Berdiaeff se en­ cuentra en esta línea de optimismo, aunque la redención de que nos habla sea una redención mundanizada, en la que no se vislum­ bra lo sobrenatural. Voy a traducir una página suya vibrante de poesía emocionada y de sincero y radiante optimismo: «Vivimos en un mundo de esta clase (donde triunfa lo ge­ neral), lo reconozco. Pero no es un mundo perdido, sin espe

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