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FR. G . DE SOTIELLO 301 todo el ser, incluyendo al hombre mismo. La realidad era para los griegos, y lo siguió siendo para la filosofía medieval, totalmente inteligible, y la misión del entendimiento era la de abstraer la idea universal inviscerada en la realidad sensible. Con ello la realidad fenoménica se convirtió en realidad noumenal y el hombre quedó incluido en un mundo naturalista. Pero aqui se hace inevitable la pregunta: ¿Cuál es entonces el valor de esta realidad fenoménica y el valor de los conceptos? Como tal realidad fenoménica, existe. No vamos a negar realidad al mun­ do de los sentidos, donde hoy hombres, animales, plantas, estrellas, mares y bosques. Tampoco queremos decir que detrás de éste se encuentre el mundo noumenal, el verdadero. Estos dos mundos hay que entenderlos en un sentido de valoración. Todo ello «significa que el mundo de los sentidos se encuentra en un estado espiritual y moral indebido, en estado de esclavitud, de carencia de libertad, de hostilidad, de aislamiento, de expulsión hacia fuera; de sumisión a la necesidad. La objetivación arroja al hombre hacia fuera; es exteriorización, sumisión a las condiciones del tiempo, del espacio, de la causalidad, de la racionalización». Algo asi como si hubiéramos levantado una cárcel para quedar en ella prisioneros. ¿Y los conceptos? «Los conceptos nos orientan en el oscuro infi­ nito del mundo de los objetos que nos rodean. El concepto es una defensa intelectual y al mismo tiempo una restricción que impide el retorno al mundo del caos. Racionaliza el objeto del conocimiento y esta racionalización es una aplicación de la razón al mundo de los fenómenos; una tal racionalización carece de valor en el mundo de los noúmenos». Además, por medio de los conceptos jamás podre­ mos llegar a la realidad concreta, que es la que de verdad existe. Al fin la razón conceptual es un instrumento al servicio de la vida. El concepto desconoce lo individual, el mundo de la persona y de la libertad. Esta caída del espíritu en lo objetivo a través del conocimiento conceptual ha influido en la misma metafísica, que se ha convertido en una ontología estática, objetiva, universal, una especie de cien­ cia de lo general. Y esa misma objetivación que esclaviza al hombre es percep­ tible en mil fenómenos de la vida corriente. El hombre se encuentra atado por las leyes de la lógica en el campo del conocimiento, por las del Estado en el orden social, por las formas estereotipadas de la familia, de la casta, de la Iglesia exterior en cuanto institución social. Estos carriles son una salvaguarda para el hombre medio y para la sociedad en cuanto tal, pero un estorbo para el hombre ver­ daderamente libre. De este modo quedan sofocados valores espiri

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