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3 0 0 LA FILOSOFIA M E SIAN ICA DE BERDIAEFF está toda ella saturada de sentimiento y que el mismo intelectua- lismo puede expresar una emoción personal. Todo esto lo había expresado hace tiempo y mejor nuestro Unamuno en su obra, «Del sentimiento trágico de la vida», y hoy es doctrina común. Es siem­ pre a través del sujeto como se llega a dar un sentido a la realidad y hace tiempo que se hizo la observación de que los filósofos nacían ya platónicos o aristotélicos. La filosofía que uno adopta es con frecuencia el reflejo de lo que uno es. Pero dejemos de lado esta divagación y sigamos la pista de esas dos formas de filosofar que dejamos consignadas arriba, aunque ten­ gamos que utilizar el léxico, un tanto enmarañado, de esta técnica filosófica. CONOCIMIENTO RACIONAL Y OBJETIVACION Con frecuencia se expresa la filosofía existencial por medio de una terminología cristiana que puede llamar a engaño. Un concepto muy extendido es el de la caída original, una especie de pecado ori­ ginal filosófico, dentro de cuyas mallas se encuentra aprisionado el hombre desde que comienza a darse cuenta de que vive en este mundo. En general se le entiende en el sentido de que el hombre vive despersonalizado, perdido entre las cosas, «objetivado», y la redención la debe llevar a efecto el mismo hombre mediante un re­ torno al espíritu, creando, por medio de una apasionada decisión, su propia personalidad. «La caída en el mundo del objeto se realizó en la vida primera. Pero esto llevó a no admitir como realidad sino un elemento secundario, racionalizado, objetivado, y a dudar de la realidad de lo que es primero, no objetivado, no racionalizado. Tal es la estructura de la conciencia en el estado de caída, de enajena­ ción en lo de afuera». Aunque esta objetivación se produce en todo el campo de la rea­ lidad, se realiza en primer lugar en el campo gnoseológico. El origen de esta objetivación hay que ir a buscarlo entre los griegos. Ellos salieron a poner sentido en el mundo caótico de las cosas, y, efectivamente, el mundo quedó todo él transido de racio­ nalidad, de orden, de armonía, que en el fondo no eran otra cosa que la razón, el orden y la armonía que el mismo hombre llevaba dentro de sí y que proyectó en las cosas. Esto tuvo sus ventajas y la ciencia se basa en esa racionalidad y necesidad que descubrieron primero los helenos. Pero esta ventaja tiene su contrapartida. El hombre, sin percatarse de que era él quien había dado sentido racional al mundo haciendo de ese mundo un cosmos, creyó que era ésta la realidad fundamental, en la cual se hallaba instalado

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