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2 8 6 ITIN ERARIO E X IS T E N C IA !,.. brazos soñadores. Y los frutales florecen a destiempo. La falsa son risa del invierno está preparando un crimen negro en su corazón de hielo: «Aquéllos días limpios estaban cargados de traiciones en su templada caricia...» (77). La prisa hermosa de verse con flores en invierno — verde, azul, rojo, blanco, rosa...— , le costó al frutal el llanto de la orfandad en primavera. La consecuencia ética es ejemplar. Un consejo sencillo, de amigo: «...Esconde, muchacha, tu corazón hasta los días propicios» (78). Este riego existencial del amor eleva al poeta a la plegaria. Una plegaria humilde y confiada con calidez filial. El Señor puede desatar al corazón humano — al corazón de la mujer que espera y al suyo propio— de la inconstancia, de la mentira o de la desilusión. De aquí que el recuerdo de la amada imprecisa se convierta en una fervorosa «Plegaria por la novia buena». Nada supèrfluo para su soledad : «Señor, Tú bien lo sabes: yo nunca te he pedido ninguna cosa vana para esta soledad...» (79). No pide a Dios que aparte el cáliz de sus labios enfermos. Pide sólo una cosa: hacer su voluntad resignadamente..., con tal de que no se exija la separación de un alma querida: «Nada, Señor, cuanto tiene hondo clavar de cilicio pudo arrancarme una queja ni un suspiro. Pero, Señor, ¡alejarme de lo que más he querido...! (80). (77) Te he buscado, p. 25. (78) Ibid., p. 26. (79) Ibid., p. 40. (80) Horas, p. 77.
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