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FR. JOSE CALASANZ DE LA ALDEA 283 en el ensueño de la mujer, se despierta en su alma de pensador que ha meditado todas estas cosas en la vida que es siempre ejemplar... «Buen amigo: no te pierdas en la altura de un sueño de amor sereno en cualquier noche de luna» (70). Y da la razón — una razón sabia de experiencias— : «Pero cuántas veces, ¡cuántas! tras la azul mirada pura un alma calculadora oculta densas negruras» (71). Leal Insua habla desde sí mismo, desde la herida fría de un de sengaño amoroso. La novia esperada no supo comprenderlo. La bús queda de un corazón gemelo del suyo le descorrió el velo de la pe- queñez humana. Del egoísmo impenetrable del corazón de la mujer. Por eso cobra más dramatismo su metáfora final, donde el mar y la mujer coinciden en el fondo subterráneo de la hipocresía. La mirada azul — de ensueño— sabe ocultar un abismo de algas pérfidas. Como el mar... «¡Que el abismo de los mares puede estar bajo la albura ondulante y vaporosa de la espuma!» (72). No se puede creer en palabras de mujer. Lo ha aprendido — ¡o l vidado!— en la solemnidad de una cita. Las palabras se las lleva el viento o las olas de la playa. El amor debe volver en la figura gloriosa de la Samaritana con el cántaro fresco y la mirada... Pero es posible que no vuelva. Así se explica el gesto de duda — a veces de claro pesimismo— con que el poeta da relieve a la «Sonata del pájaro herido ». Aireciño insinuante, sangre frágil, alas rotas en es pera de una mano de mujer digna de acariciarlo... Leal piensa el amor. Lo vive con devoción casta de añoranza y (70) Ibid., p. 70. (71) Horas, p. 70. (72) Ibid., p. 70.
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