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280 ITIN ERARIO E X IS T E N C IA !,.. «¿Será el amor un dolor del revés?» (64). Tiene que contentarse con su impotencia. No sabe el por qué de su amor. Es un hecho tan misterioso que cela su intimidad a los ojos extraños. Su «dónde», su «cuándo», su «siempre», son cuestio­ nes que nunca se preguntan mientras palpita el corazón como un pájaro en manos de un niño. Se preguntan «después», para con­ solar su pérdida con un mínimo consuelo filosófico: «Y aquí lo primero es este amor que vino de no sé dónde» (65). Sea como fuere, el hecho es sencillo: la existencia de un amor verdadero. Y , adelantando un esquema psicológico, su amor ha lo­ grado apoderarse como un vino aromado y fuerte, de la estruc­ tura emocional de todo su ser. Esta es la resultante decisiva del fenómeno amoroso, tal como se aprecia en la exploración poética «por dentro». Una de las notas biográficas que le interesan como hombre es el estado de conciencia del individuo que se enamora. El «hábito» reglar de los militantes activos en las filas del amor. Recuérdese qué hábito — en su equivalencia española— es igual a vestido. ¿Tendrá alguna influencia sentimental el color, como en la bella poesía de Juan Ramón Jiménez? La fuerza gigantesca del amor lleva siempre una contradicción virtual entre lo biológico y lo ético. Una contradicción brusca que puede perturbar la serena mirada del cristiano que concibe el amor desde la limpieza de su credo. Escribe Leal un poco asustado: «¡Ay, no sé por qué el amor se mezcla a la luz y al cieno» (66). La coincidencia espiritual de dos almas puede obedecer a múlti­ ples factores: belleza (aunque Platón veía feo al amor), inteligen­ cia, sensibilidad. Puede ser, simplemente, comprensión mutua o adi­ vinación. No anda lejos de la verdad Ortega al acentuar con tanta ( 64 ) Horas, p. 75 ( 65 ) Ibid., (66) Ibid.

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