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2 7 8 ITIN ERARIO E X IS T EN C IA L .. belleza que se repliega en su morada interna como las flores en el jardín de la noche, como la perla preciosa en el nido de la con­ cha irisada... Leal Insua ha adquirido una ponderación justa de lascosas con un estudio duro y con un afán ejemplar de sinceridad.Noincurre en la pedantería porque ésta es falta de personalidad, y él ha apren­ dido mucho desde que estuvo enfermo. Su trayectoria vital tiene un ritmo ascendente. El momento inicial se reviste del hábito negro del pesimismo. No espera nada de este mundo. Sus «Horas» son len­ tas como un reloj parado. Los caminos soledosos, sin la adivinación vegetal de frutas, ni aromas, ni prados. La vida no merece la pena. La frente está llena del terror de las interrogaciones. Esta orientación pesimista puede degenerar en la desesperanza. Y a lo vimos con un grafismo impresionante en Unamuno y Machado. Las más de las veces habrá una lucha violenta entre la rebeldía y la resignación. Ya hemos hecho notar la crisis sentimental de nues­ tro poeta antes de alzarse como abanderado de la pasión de ser. La alegría optimista tuvo en él un sentido de revelación: la vida me­ rece vivirse. Los caminos se pueblan de voces, de trinos y de alas. Las «Horas» tienen prisa, como la ilusión: «Hay horas en que es grato vivir la vida — paz lograda en el ritmo de una canción— . Son aquellas, serenas, que pasan pronto; son las horas del alma, las del amor» (62). VI El amor. He aquí la realidad definitiva: sombra de nube, temblor de hoja verde en los arroyos tempranos, pinar oloroso en la playa, «ancla en la nube», paisaje interior con palmeras, nieves blanquísimas y geranios encendidos de sol... Amor. Tristeza imposible, presentimiento inefable, dolor dulce, agridul- zura sin motivo. Melancolía de ojos ciertos. «Saudade...». (62) H ora s, p. 15.

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