PS_NyG_1957v004n007p0239_0289

FR. JOSE CALASANZ DE LA ALDEA 277 cosas a su gusto, se martiriza inútilmente. El «berrinche», no es más que un resentimiento de plan frustrado. El hombre serio espera «de otro modo». Y el santo que — como individuo es una realización típica de las posibilidades más nobles— espera con serenidad, con una melancolía dulce y resignada. Con un dominio perfecto de la pasión y del instinto. La vida respeta las leyes de su desarrollo. Su docencia callada es casi siempre eficaz. Un auténtico acierto de metodología que con­ vierte paulatinamente al niño en joven y en hombre maduro. El crío consentido — ese árbol raquítico de la fauna social— ha ahogado su ser visual de hombre útil en la facilidad excesiva. El niño normal no ha despertado hasta una hora tardía el espíritu de colaboración y de iniciativa. El niño-hombre ha tenido que abrirse un camino en la vida como los conquistadores, con la espada desenvainada, o como los santos, con los brazos en cruz... Leal puede decirle a su madre, después de la enfermedad: Ya no soy un crío. La vida me ha enseñado el camino de los elegidos: la tierra, para apoyar el pie; el aire, para encender la pupilas, y el m ar..., para esperar a Dios. «Porque tú bien sabes, madre que yo no soy de esos hijos que llegan a los treinta años con biberón en la boca, como quien dice» (61). Ni mucho menos. Es ya todo un hombre, con un criterio amplio, abierto a la comprensión. No se escandaliza ante la maldad o el re­ sentimiento. Es ya un auténtico mayor de edad — a pesar de sus pocos años— ante el cual puede hablarse crudamente de todo. El mismo tiene algo nuevo que enseñar sobre el sentido de la vida, sobre la temporalidad de las cosas, sobre la inconstancia del cora­ zón humano, sobre el dolor físico y moral. Hasta el amor se desnuda ante su mirada transparente de mediador. Lo extraño no es que un joven como Leal quiera alternar con el pensamiento de la época. ¿Qué bachiller no se conceptúa con derecho a intervenir en las cuestiones fundamentales del pensa­ miento, del arte y de la vida en general? Lo verdaderamente admi­ rable es que nuestro poeta se adentra en la velada esencia de las cosas porque sabe que su facilidad no es más que el pudor de la (á l) Mi Soledad Sonora, p. 60 . 9 .—NATURALEZA Y GRACIA.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz