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276 ITIN ERARIO E X IS T E N C IA !,.. éste diga en su patria que aquí la poesía es tan sutil que enhebra en su hilo de oro lo eternidad: «El hombre no es del presente: desde la aurora al poniente del futuro en pos irá. Hastia lo que se alcanza. Buscamos, con la esperanza, siempre, siempre el más allá» (59). La insatisfacción es también providencial con su agridulce sen sación estimulante. Sin ella no sería posible la atracción de la no vedad con sus sorpresas. La esperanza — además de virtud teoló gica— constituye una forma de estética y una razón de vida. Con su templor de rama verde incita al heroísmo y al canto: «Sin ella la humanidad fuera yerta muchedumbre. ¡Por que es la seguridad en la humana incertidumbre!» (60). Un pensamiento intenso. La seguridad no es patrimonio de los que acarician su posesión con mano avara. Es la bienaventuranza de los desposeídos que no se acostumbran a la riqueza, ni a la gloria, ni al «confort», porque no se acercan nunca a sus puertas verdaderas. No hay mejor día que el que amanece en la ilusión del que espera. No hay ensueño como el soñado... En rigor, la esperanza es la ley del hombre en el mundo. E\1 hombre normal sueña siempre. Dice la sabiduría popular con su corte de viejo socarrón que «el que espera, desespera». Y a sé que el viejecito simpático va a mirarme por encima de la ironía de sus lentes caídos, pero me parece que el refrán ganaba bastante con una sencilla inversión verbal: «el que desespera, espera». Y no hay qui zá un criterio tan depurado para conocer la personalidad de un semejante como la autopsia en vivo de sus esperanzas. Las «formas» de esperanza (y que me dispense Spranger, el atrevimiento), son tan fértiles como la fantasía y el corazón. Todo hombre espera. El niño caprichoso, con obstinación, casi con crueldad. Si no salen las (59) ma., (60) Horas, p. 66.
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