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FR. JOSE CALASANZ DE LA ALDEA 275 «La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés» (56). La verdad de Leal, de su vida de hombre en el mundo, ha de prescindir de una circunstancia concreta — incomprensible desde sí misma— para afirmarse en una vocación actualmente definida. En tonces no podía adivinar el sentido de su dolor físico. Ahora sabe que fué su Universidad sabia en el dintel de la juventud. Era Dios quien le estaba preparando para la lucha y para la madurez. El niño tenía que hacerse hombre. Y esto no se consigue ordinaria mente en una vida fácil, cerrada a toda iniciativa por falta de preo cupaciones. Lo dirá en el «Primer Semilleros de Poemas », con fra se viril: «Te doy gracias también porque me has apartado de una blanda niñez de caprichosas abundancias» (57). El resultado de esta ascesis rígida no se hará esperar. Los años no han resbalado por su piel con la frivolidad de una huida estéril. Se van grabando en su mente como las inscripciones en el mármol para decir su palabra en el momento preciso. La imperfección de la prisa se desvanece en las puertas serenas de la meditación. Se ha llegado con la lógica del discurso a la paz de la naturaleza que espera sin sobresaltos la primavera, la aurora y la flor. Y al abrazo de Dios, cuya mirada es siempre impresionantemente la misma. Oigamos en silencio sus humanísimos versos:. «Pronto causa decepción lo que ya nos pertenece. Más estima el corazón aquello de que carece» (58). Y , a continuación, nos lleva a la explicación última de esta in satisfacción ante las cosas creadas. El gran conversador que es Leal fija su mirada amiga en Teixeira de Pascoaes — el luso— para que ( 56 ) Campos de Castilla, p. 141 . ( 57 ) Número 26 , p. 20 . ( 58 ) Horas, p. 66.
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