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FR. JOSE CALASANZ DE LA ALDEA 241 vida. La ha apresado con una hidalguía turbadora y nos la ha en­ tregado palpitante en la omnipotencia de una semilla que se siembra a voleo. Para la tierra que se abre como un seno materno y para las aves del cielo que tienen los graneros — estremecidos de alas— en el sol libre del corazón generoso... La vida tiene, pues, una trayectoria de simiente que se inicia con la sementera y se clausura en la comida sana del pan nuestro de ca­ da día. Pero en el trazado de este camino de perfección que es la vocación de vivir hay que desbrozar el monte a golpe de hacha; hay que reavivar el enorme pecho muerto de los campos con la herida caliente del arado. En esta dolorosa sorpresa se encuentra el hombre a sí mismo en la hora de la verdad de la siembra que es la germi­ nación, la madurez y la fortaleza. Y , como fondo eterno del presen­ timiento, el canto desbordado de las alondras, la inquietud del tri­ gal verde y la amargura en rojo de las amapolas inconstantes... Aparentemente, el título de esta obrita que el autor quiso esconder en la tierra honda de su honestidad, no es más que so: el rubor de un ensayo que se repite con una rutina pesarosa de reloj. Aparente­ mente sólo. Porque, en la realidad, es un surtidor fantástico que, co­ mo la vida, resulta siempre nuevo cuando se sabe ver. Para el hom ­ bre reflexivo la historia esconde un secreto en la corteza de cada árbol, en cada eco perdido en la lejanía que se repliega como un hue­ co. Y es que, en rigor, «en todo hay algo: Aire delgado, de filo de daga. Aire torpe, de empuje de ola. Sombra gris, sombra verde, sombra malva, sombra azul... ¡Cuántos miran sin ver!» (2). La visión del acontecer humano como siembra no es sólo una metáfora o un sartal de metáforas definitivas. Es mucho más aún. Y ésto sin desprestigio de la metáfora como género literario que, en mi modesta opinión, es la más difícil de las formas de expre­ sión. Basta observar que en la geografía espiritual de la humanidad la aristocracia del pensamiento, la «polis» áurea del saber, se afir- sobre la metáfora. Platón, San Agustín, San Buenaventura, Pascal, Ortega y Gasset..., son profesores exactos de este decir bello que se acerca a la rosa con la cortesía del amante para elevarla hasta el corazón. Y si los filósofos han proclamado su eficacia doctoral, los poetas de todos los tiempos se han inmergido en sus aguas (2 ) P r im e r S em illero d e P o em a s, n ú m . 41, p á g . 24.

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