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2 6 6 ITINERARIO E X IS T E N C IA !/.. «Cuatro cosas tiene el hombre que no sirven en la mar: ancla, gobernalle y remos, y miedo de naufragar» (45). IV El pensamiento de Leal Insua en su primera fase — ya analiza­ da— sigue una trayectoria afín a la literatura en boga. No quiero insinuar, por el momento, influencias concretas, muy problemáti­ cas, en todo caso. El pesimismo no es un dato exclusivo de Una- muno y de Machado. Es el ambiente de una cultura desde la novela de fisura barojana, hasta la lírica estética de Juan Ramón, sin ol­ vidar que los módulos existencialistas adquieren prestigio de dog­ ma en toda Europa. ¿Cómo reacciona el joven autor de «Horas», ante el dolor de ser? Vamos a seguir la nueva etapa de este itinerario. Recordemos al poeta en la última expresión de cansancio, con la desgana física de seguir viviendo. La soledad es tercamente compasi­ va. El ser «¿mérito o perdición?». Dios, asomado a su misericordia, sigue en el mundo. Y Leal nace a la vida con una incorporación lenta y tímida, pero verdadera. De pronto se sorprende de la edad de su estatura. Es más hom ­ bre. Como el leproso de los evangelios cristianos acaricia con asom­ bro la carne dócil que ayer era todavía tumor sordo. Empieza a tra­ ducir valientemente, el lenguaje exótico de la soledad. Le nace el apetito de los caminos. El mar, indecible. El aire, varado en la tar­ de. Hasta la tierra se hace más fraterna para su andadura. Su vida ha vibrado con la revelación: una ventana al cielo llena de in ­ mensidad sus pupilas. La soledad recobra sonoridades redondas en los prados rojos del horizonte. La playa solitaria le entrega todo el mar para él. El paisaje, transido hasta ahora de voces hostiles, se le revela humilde, deliciosamente. Con una humildad sabrosa de sabidurías: «Después de todo basta con saber que se ilumina el cielo en cada madrugada» (46). ( 45 ) Ibid., p. 147 . ( 46 ) Horas, p. 42 .

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