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FR. JOSE CALASANZ DE LA ALDEA 2 6 3 porque nace o resucita! Siempre te ha sido, oh Rector de Salamanca!, leal este humilde profesor de un instituto rural» (38). Por si ésto fuera aún poco, añade unos versos que definen, con una concreción extrema, las peculiaridades de estas relaciones. Ma­ chado lee al filósofo y se adhiere mentalmente a su ser y a su fi­ losofía. Nótese el paralelismo de las expresiones. Unamuno ha pe­ dido al Cristo que lo liberte de su desorientación. Machado es como un «guitarrista lunático», que «busca a Dios entre la niebla». «Esa tu filosofía que llamas diletantesca, voltaria y funambulesca, gran don Miguel, es la mía» (39). El tema de Dios — además de recurso estético— es un cauce del sueño. De un sueño que, como en Unamuno, es «creación». Lo so­ brenatural encuentra siempre el camino obstruido por el pesimismo escéptico, que reduce la vida a una aventura triste, pero ineludible. La pasada de Dios, que se invoca, se esfuma como una nube iluso­ ria, como esa gota de agua, cuyo destino es perderse en la confu­ sión del mar. Hasta la naturaleza siente sobre sí el peso angustioso de «ser lo que es». El agua buena debe comportarse piadosamente, sin impacientarse por su futuro — un futuro fatalista, sin remedio, por­ que el tiempo no espera— de fuga... «...sé piadosa, serás espiga temprana, prado verde, carne rosa, y más: razón y locura y amargura de querer y no poder creer, creer y creer! (40). El temperamento castellano con su robustez de encinares se hace símbolo de vivencias intelectuales. La angustia vital tiene las ga­ o s ) Campos de Castilla, Poema de un día, p. 108 . ( 39 ) Ibid. ( 40 ) Campos de Castilla, p. 107 .

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