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262 ITIN ERARIO E X IS T EN C IA !».. vida que no son siempre caminos de vida. Y se desorienta. Lógi­ camente estaba incapacitado para la lucha del hombre que se pien­ sa a sí mismo en la crudeza de la soledad. Y la historia no per­ dona a los imprevisores. La experiencia machadiana de la vida se resiste de un desarro­ llo inmaturo, como quien envejece antes de tiempo. Y es que, en lo biológico y en lo espiritual, el organismo se conduce en con­ formidad con una red de fondo que capta en sus mallas las leyes de génesis, evolución y perfeccionamiento. Se ha escrito poco sobre la sociología del hogar. Sin embargo, se­ ría interesante investigar la razón última del raquitismo, de la ane­ mia, de la inflación y de otros «fenómenos» espirituales, tomando como base la ausencia de la madre, las diversas temperaturas de la fe y de la honestidad en los progenitores, etc. Machado se compara a sí mismo a un can perdido en la espe­ sura de los caminos; al niño sólo: (Como él) perro olvidado que no tiene huella ni olfato y yerra por los caminos sin caminos, como el niño que en la noche de una fiesta se pierde entre el gentío y el aire polvoriento y las candelas chispeantes, atónito, y asombra su corazón, de música y de pena, así voy yo borracho melancólico guitarrista lunático, poeta y pobre hombre en sueños. siempre buscando a Dios entre la niebla» (37). Las influencias unamunianas son tan obvias que no necesitan una confesión expresa. La pluma — verbo a verbo— y el alma hora a hora. Una comunión espiritual que se trasvasa como un licor san­ guíneo desde las páginas del libro nuevo: «...Abro uno de Unamuno. ¡Oh, el dilecto, predilecto. de esta España que se agita, ( 37 ) Calerías, en Poesías escogidas, Col. Crisol, pp. 121 - 122 .

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