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FR. JOSE CALASANZ DE LA ALDEA 261 La esencia religiosa de España sacude la «anublada» mente del ensayista, del profesor, del filósofo y del poeta. Y triunfa, por un momento de verdad, el hombre cristiano. En la «Vida de Don Quijote y San ch o...», hay páginas de una piedad tan evangélica que se per­ cibe fresco y sangrante aún el estilo y el ser de la raza. Teresa de Jesús, Fray Luis, los místicos franciscanos asaltan todavía la for­ taleza de su alma, que responde a esta insistencia cada vez con una voz más frágil. Cristo, desmelenado y alanceado — como en el cuadro de Ve - lázquez— , puede ser para el poeta inquieto una revelación de «La hora de D io s » : «Merezco este dolor que como Padre me mandas como a un hijo a quien deseas hacer con los dolores todo un hombre, todo hijo tuyo» (36). Y , al fin, la confiada ternura del hijo que se duerme en la no­ che. ¡Ojalá hubiera sido así en la vida! Sobre su corazón dormido velan como ángeles unos versos esperanzados: el Padre que se abre el pecho como una cuna... A ntonio M achado , es, en líneas generales, la antítesis de Una- muno. Esta divergencia hace que supla las deficiencias del Rector de Salamanca con una visión más serena tomada de un escepti­ cismo doliente y comprensivo. En rigor, la explosividad del vasco y la concentración del castellano, vienen a coincidir en un punto de partida unívoco: la desesperanza, el descreimiento y la angustia existencial. Que es, a la vez, el resultado lógico de la educación lai­ cal que axfisió los retoños tiernos del alma machadiana. La piedad de tradición — con su aparente vacuidad, con su carácter «imper­ sonal»— , es como la yedra en el seto de piedra. Con una constancia imperturbable de ley cósmica se agarra al mundo hasta enraizarse y asimilarse la sustancia inorgánica. Hasta que un día la raíz retor­ cida arruina la casa que se creía invulnerable. Machado no tuvo la dicha de vivir la piedad pueril — candoro­ samente genial y sugestiva— del hogar católico. Y su vida no pudo afirmarse sobre el recuerdo en la crisis de la pubertad que — dígase lo que se quiera— es un problema de sentimiento antes que de ideas. Sin raigambre espiritual, se adentra por los caminos de la (36) Ibid., p. 57. 8 .—NATURALEZA Y GRACIA.

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