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258 ITIN ERARIO E X IS T E N C IA !,.. En una novela castiza y originalísima en su arquitectura, «San Manuel Bueno», la herejía se hunde en los abismos oscuros de la tragedia. El Cristo se perfila en su frente enfebrecida con el espanto del náufrago que se queda sólo en el mar. ¡Qué desesperanza en la pluma de Unamuno! Desde los proble­ mas domésticos en los que la nana y el villancico se estremecen con un paso de «lloro», hasta los pasajes descarnados de su novelística, la desesperación surge de improviso hasta flor de labio quemando a sangre y fuego su interior morada. En la poesía « L ib érta te », hay una confesión autobiográfica que nos ahorra la hipótesis y el comentario, incluso. Hela aquí en su concretez de test psiquiátrico: «Dime tú lo quiero, que no lo sé... Despoja a mis ansiones de su velo... Descúbreme mi mar, mar de lo eterno..., Dime quién soy..., dime quién soy..., que vivo... Revélame el misterio...» (26). Unamuno no sabe la verdad de su ser. Ignora la sorpresa que le espera con el disfraz poderoso del destino. Se vive, se siente, se sueña, se ensueña bajo la alucinada persecución del tiempo. Hay una «metahistoria» que abrasa en ciernes todo conato de libertad. «Las modas con su estribillos de libertad» delatan la ausencia. Porque — y la reflexión tiene su agudeza— «no canta libertad más que el esclavo,— el libre canta amor, te canta a Tí, Señor» (27). En su « Rosario de sonetos líricos», hay uno, el CXX II, con este texto: Vive la liberté! y lo firma CUALQUIER ESCLAVO (28). Esta desorientación doctrinal hace que su pluma derive en di­ recciones falsas para la vida misma. El panteísmo y el nihilismo, sin mencionar, por demasiado conocido, su existencialismo, bebido en fuentes nórdicas. Es la hora de «El C on cep to de la angustia », de ( 26 ) Antología Poética, p. 52 . ( 27 ) Ibid., p. 53 . ( 28 ) Ibid., p. 169 .

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