PS_NyG_1957v004n007p0239_0289

FR. JOSE CALASANZ DE LA ALDEA 255 Dios mira más misericordiosamente... La semilla rompe la monotonía de los campos. Renace la ilusión... n i La glosa precedente, cuyo mayor mérito consistiría en pasar de­ sapercibida, ha puesto de relieve el pensamiento de un autor. No ya en su aspecto abstracto de tesis, sino en su realización existencial, en su volumen histórico de vivencia. Falta, pues, la filosofía de una postura tan explícita ante las cosas. El escritor que se limitase a la referencia textual de datos más o menos episódicos nos dejaría en la incertidumbre sobre los motivos específicos de determinados cri­ terios de conducta. Sería del mismo modo insuficiente una inter­ pretación aislada de una creación que, por su método y por su esen­ cia constante, no tiene sentido fuera de la corriente total del espíritu. La poesía no es, como vulgarmente se cree, una forma típica de bohemia. Es una concepción genial del universo, tan cierta como la investigación científica, tan real como las experimentaciones de la psicología, tan eficiente — o más, aunque en una panorámica di­ versa— como la mecánica. De hecho, los privilegiados de los dioses con el don teologal de la adivinación no son ni los filósofos, ni los políticos, ni los técnicos. Son los santos y los poetas. La poesía entráña una lógica más vidente que los argumentos de piedra del raciocinio y que el discurso. Por el momento sería su­ ficiente para dedicarle una atención seria. Pero no es ésto sólo. La historia de la cultura no se basa en un aspecto minoritario de las leyes del pensamiento. Antes bien, obedece a una visión integral del ser, como cosmos, en cuanto idea y actividad vivientes. La poesía es una parte del cosmos, una expresión de la idea y una moción afectiva de la sensibilidad. Si quisiéramos reducir lo expuesto a una fórmula densa, llegaríamos a esta ecuación precisa: Poesía, igual a Vida... La poesía de Leal Insua ha pasado por una crisis violenta de des­ equilibrio. El dolor físico se cruza con el sufrimiento moral en una edad peligrosa. Este es el hecho poético. ¿Tendrá alguna relación con la vida? ¿Qué influjos ambientales sacudieron la siembra in­ matura de su sensibilidad? Para satisfacer la curiosidad que despiertan estas preguntas habría que analizar minuciosamente la cultura occidental de los últimos siglos. Yo me siento incapaz de una tarea de dimensiones tan uni­ versales. Por otra parte, supongo que el lector tiene una idea lo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz