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250 ITINERARIO EXISTENCIA!,.. casi imposible sustraerse por mucho tiempo a la docilidad o a la ternura. Al desaparecer deja siempre en el alma un recuerdo dulce, la nostalgia de su lejanía. A veces, como en «La ú lcera », de Zunzu- negui, casi una decepción rencorosa. No es extraño el hallazgo de la psiquiatría contemporánea del apogeo decidido al dolor; consti­ tuye, por el contrario, la experiencia de un fondo común a la bio­ logía y a la mística, aunque en esta última haya que recurrir a razonamientos éticos y doctrinales. El gobierno providencial de Dios en el mundo es, además de verdad de fe, una convicción arraigada en casi todos los hombres que han sufrido. Es, en expresión de un clásico de la espiritualidad, la visita de Dios a ver si la obra del hombre está en conformidad con sus planes eternos. Por paradójico que pudiera parecemos, tiene una explicación sen­ cilla. El sufrimiento nos hace palpar nuestra propia insuficiencia. Y como réplica después de algunos ensayos ineficaces, el cristiano eleva los ojos al cielo en busca de unas manos inmensas en que acunar el corazón dolorido. Pero, si es cierto que el hombre católico llega normalmente al beso de la mano omnipotente que lo llaga, no es tan fácil rendir sumisamente la protesta instintiva a la voluntad de Dios. Como Jacob, todos hemos luchado alguna vez a brazo partido con el ángel. Así se explica la actitud poética-vital de Insua. ¡Qué hondos aquéllos versos, crudamente derrotistas!: «Gozar... ¿Y qué es gozar, si al fin todo es sufrir? Reír... ¿Y qué es reir, si al fin todo es llorar? Amar... ¿Y para qué, si Amor ha de olvidar? Vivir... Siempre es dolor. ¡Y al fin para morir!» (12). Las palabras le suenan distantes, sin el apremio juvenil de la no­ vedad o de la aventura. La risa, el gozo, el Amor... Y , ¿para qué? La realidad ha cercenado todas las flores del optimismo. No queda (12) H o ra s, p. 38.

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