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2 4 8 ITINERARIO EXISTENCIA!/.. prescindir del accidente para darnos de pronto todo el chorro con­ tenido en la esencia del alma. A la vez, y esto es quizá más difícil, su obra poética no es más que un modo lírico de decirse a sí mismo la verdad de todo. La vida, la saudade, la enfermedad, el arte, el amor, la muerte, la eternidad han dejado en su pluma una hora de poso. El cumple con su vocación siendo lo que es en su vertiente más verdadera: el «poietes», el que crea... ¿Qué crea? La historia de Leal está aún sin escribir. El ensayista moderno que se enfrente con esa gran obra, empezará con unas notas eru­ ditas de iniciación a su persona. Y , como es lógico, nos hablará de precursores, de posibles influencias literarias, geográficas y étnicas. Luego hablará del paisaje de Vivero. Si es poeta titulará acaso el libro con motivos sentimentales. Si es historiador, lamentará viva­ mente que el autor olvidara el compromiso contraído con Galicia después del éxito brillante del «Pastor Díaz, Príncipe del R om an ti­ cism o...». Finalmente, nos dirá que dejó de latir el corazón más hondo de la literatura gallega. Sin embargo, yo opino que es mucho más decisivo lo que, por llamarlo de algún modo, voy a presentar como «notas autobiográ­ ficas» : esas observaciones que en su velada apariencia de tono menor nos dejan en la convicción de que el estilo es el hombre. El estilo noble, terso y maduro del escritor vivariense es su primera contri­ bución al pensamiento. El hombre insobornable es su contribución personal a la vida. Leal Insua es un caso de autoformación. No tiene la vanidad de los poderosos que todo lo encontraron hecho. Al contrario: el re­ cuerdo más insistente de sus notas tiene por escenario la vida po­ bre, la tarea dura y la falta de recursos económicos. Sin una ayuda inicial se fué haciendo hombre. Hay que tener muy despierto el sentido de la observación para no pasar por alto este lapso de tiem­ po intermedio entre la pobreza y la celebridad para comprender en toda su extensión el gran problema que tuvo que solucionar un joven que — además— pasó por la crisis de una enfermedad graví­ sima. Si damos un salto precipitado por estos años en sombra, h a ­ bremos dejado a la espalda muchas razones que luego habrá que suplir con hipótesis mancas. Aquellos años ocultos eran como las horas largas del invierno so­ bre los surcos dormidos. Pero eran precisos para que la semilla ger­ minara. Y , dejando a un lado la metáfora vegetal que ya se pre­ siente, el niño se estaba haciendo biológica y sentimentalmente. El camino humilde que nace sin ruido en el hogar de un carpintero oloroso de resinas y suave de virutas ha desembocado en la primera

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