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FR. CLAUDIO DE V ILLARR IN 231 que el desarrollo de la memoria lógica coincidirá con la evolución mental del alumno, ya que es una operación del entendimiento. Has­ ta los 18 ó 19 años es significativo el progreso memorístico del mu­ chacho, pero aquí nos interesa señalar, sobre todo, por lo que se refiere a la tesis que ahora exponemos, la importancia de la me­ moria sensitiva, pues la asombrosa plasticidad del cerebro ayuda a fijar y luego a reproducir las impresiones recibidas. A la pedagogía no le importa tanto el almacenamiento de ideas en el cerebro, como el desarrollo de las facultades mentales. Y este aspecto es el que precisamente ahora nos interesa. Concretamente, ver las posibilidades que el objeto y la representación sensible tie­ nen como medio para perfeccionar la memoria. Fundamentalmente recurrimos a la ley de Weber y Fechner pues ella señala la existen­ cia de una relación entre el estímulo y la precepción sensible. La potencia del estímulo fijará con mayor o menor intensidad las imá­ genes. Escuetamente: hay una relación entre el estímulo y la per­ cepción sensible, que luego activará el proceso del recuerdo. La per­ fección del excitante, claridad, realismo expresivo, etc., etc...., son cualidades que grabarán firmemente las ideas y facilitarán después el trabajo de la memoria. Incluso la permanencia de las imágenes en el sentido y la uniformidad de su constitución, pues son formas estereotipadas y fijas, acelerarán el recuerdo. La enseñanza es un mecanismo complejo, que tiene puntos de contacto con todas las partes que la integran. Ya dijimos cómo el objeto y la forma sensible suscitan el interés, la atención, el senti­ m iento..., factores que ayudan a retener los conocimientos e inver­ samente facilitan la evocación. Nos parece evidente la superioridad del método si lo comparamos con una simple lectura o una sencilla audición, pues proporciona mayor número de datos, fija mejor los conocimientos y consiguientemente permanecerán por más tiempo en la mente. No pretendemos afirmar que el educador use acertadamente el método atiborrando de imágenes sin cohesión la cabeza del alum­ no o presentándolas de una manera nerviosa o precipitada. Sería una garrafal equivocación. Para que el muchacho en un estado de serena alegría, que es el momento más fecundo del espíritu, asimile conocimientos, necesitará observar pausadamente la realidad sensi­ ble, pues la prisa disminuye la capacidad de retención. Sin un es­ pacio mínimo de tiempo, que permita estructurar, clasificar y re­ lacionar las ideas, el trabajo mental será estéril. «Cuando deseamos fijar una cosa nueva en nuestra mente o en la de un discípulo, nues­ tro mayor esfuerzo ha de consistir no tanto en imprimir y reten er

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