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FR. FELICIANO DE VENTOSA 1 8 7 «Notandumautem, quodmundus, etsi servit homini quan­ tumad corpus, potissime quantumad animam; et si servit quantumad vitam, potissime quantumad sapientiam. Certum est, quodhomo stans (e. d. antes del pecado) habebat cogni- tionemrerumcreatarumet per illarumrepraesentationemfe- rebatur in Deumad ipsumlaudandum, venerandum, aman- dum; et ad hoc sunt creaturae et sic reducuntur in Deum. Cadente autemhomine, cumamisisset cognitionem, non erat qui reduceret eas in Deum. Unde iste liber, scilicet mundus, quasi emortuus et deletus erat; necessarius autemfuit alius liber, per quemiste illuminaretur... Hic autemliber est Scrip- turae... Liber ergoScripturae reparativus est totius mundi ad Deumcognoscendum, laudandum, amandum» (11). Resumamos ahora enbreves fórmulas cuanto llevamos dicho so­ bre el plan de Dios respecto del hombre: 1 .—Lavida es una realidadprimordial, radical, si se quiere usar la terminología orteguiana, de que Dios ha dotado al hombre para que la conserve y la salve. 2 .—Esta vida tiene una doble dimensiónque responde a la rea­ lidad óntica del hombre, espíritu en carne: vidameramente bioló­ gicay vida espiritual. 3.—La inteligenciano es algo primeroenel hombre. Es el mag­ nífico instrumento que Dios ha proporcionado al hombre para que éste clarifique su vida e iluminado por esta claridad la salve. Con frasedeZubiri: «Elhombreesunservivientedotadode«Logos» (12). 4.—La suerte de la vidameramente biológica está echada. Para salvarlahay queperderla,por otramejor. La técnica al serviciodel «bios», debe dar paso auna técnica de « salvación » (13). Como la inteligenciaha llenado estos dosmenesteres vitales que (11) Collat. in Hexaem., X I I I , n. 12; V, p. 389-390. (12) Naturaleza, Historia, Dios. Madrid, 1944, p. 204. (13) Quizá alguien al leer estas líneas nos tache de «vitalistas». Recogemos el guante y en compañia del eminente teólogo M. Schmaus ( Katholische Dogrn., H I, p. 22), reconocemos que un anhelo de vida transpira el hombre moderno que halló en Nietsche un frenético vocero. Lo lamentable es que Nietsche, D ’Annun- zio, y nuestros hispanos —al frente de Ortega en el coto de la filosofía, y Baroja, su amigo, en el de la literatura— hayan ido a apagar su sed de «vida» en las cis­ ternas secas de una «vacua filosofía», que bien pudiera creerse simbolizada en aquellas que buscaba el pueblo de Israel en los días malos del profeta Jeremías. El teólogo citado en su magnífico tratado sobre la gracia quiere llevar a este hombre moderno a mejores abrevaderos. Hic labor...

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