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1 8 2 SABIDURIA Y FILOSOFIA. cultura de occidente (2). Y precisamente ha sido este investigador quienharechazadodeplanoentodasuobralaargumentaciónaprio- rística, fundada enunmero análisis de conceptos, estilo P. Dezza, que parece quiere ignorar cuanto sabe sobre el desarrollo de la fa­ mosadisputa. Pensandoentales espíritushapodidoescribiruntan­ toirónicamenteJ. Maritain, quefuéunodelos líderesdelacontien­ da: «Empleo estapalabra filosofía cristiana, ¿y cómo obrar de otro modo? Adecirverdad, apenas si me agrada, pues llegaunmomento enque todas laspalabrasparecentraicionarnos, yéstacorreel ries­ godeevocarenlosespíritusprevenidos (ytodos losomos) noséqué hibridaciónoatenuacióndelafilosofíaporel cristianismo, noséqué alistamiento de la filosofía en una cofradía piadosa o en partido devoto» (3). Peronadade «cofradíapiadosa» ni de «partidodevoto» si secala profundamente en la significación histórica e ideológica del tema. También en esta ocasión es menester evocar la frase bergsoniana: «Es necesario rebasar los conceptos». Y a continuación adentrarnos enlarealidadsinuosadelahistoria. Ellanos ayudaráalimarmejor dichos conceptos y a rectificar loquepudierahaber de inexacto en unmero análisis apriorista. Unaspalabrasdeotrofilósofoitaliano, UmbertoPadovani, nosvan aponerenlapistadenuestrabúsqueda. Dice así estepensador: «II cristianesimo non si presenta di fatto come una filosofía, una dot- trina, sibbene comeunareligione, unasapienza» (4). Adviértase que en estas breves palabras ya no se conjugan dos meros conceptos: filosofía-cristianismo. Entran otros varios que explicany complican al mismo tiempo el tema. La filosofía, se dice, es doctrina, es decir, teoría, sistema. El cristianismo a su vez es religión y «sabiduría». Indudablemente, también aquí se hace sentir cierta oposiciónentre filosofía y cristianismo, pero más atenuada que en el mero orden (2) Terciaron en el debate M. Blondel y J. Maritain, cada cual desde su peculiar punto de vista muy digno de ser estudiado. No es el momento de hacer la historia de esta famosa controversia, aunque aprovechemos en nuestro estudio alguna de las sugerencias capitales de J. Maritain. Parcialmente nos ha dado la historia de la controversia desde el momento en que en diversos documentos se empieza a hablar de philosophia christiana, J. Iriarte, en Pensamiento, 1 (1945), 7-299, 275-298. Una amplísima bibliografía nos ofrece E. Gilson en L’Esprit de la philosophie médiévale. 2 éd. Paris, 1946, p. 413-440. (3) Ciencia y Sabiduría. Trad. de O. N. Derisi. Buenos Aires, 1944, p. 87. (4) Grande antología filos., t. I I I , X IH .

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