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1 0 4 POLITICA ESPAÑOLA EN ANGEL GAN IVET bolismo único, la tradición de un pueblo y su a fán de perpetuarse en la historia. La eficacia y la fuerza se la da su consonancia con los valores patrios, con el sentido histórico de España. Frente á ese ideal el gobierno no es más que un medio y su form a política tiene una carácter puramente accidental. Lo importante es el edificio, no el andam iaje. Ambos son necesarios e igualmente subordinados al fin. Y éste, con la impronta de la circunstancia histórica, debe ser el que determine el armazón más conveniente, según la obra que se pretende realizar. No son las formas políticas — que en España se han constituido casi siempre en meta— sino la institución, lo decisivo. Una institución gubernamental que debe ser en todo caso fuerte y flexible, resistente y acomodaticia. Un gobierno que no haya salido de un encasillado geográfico o político sino del amplio y fecundo seno de la E spaña ; algo así como el «esperado» de los judíos, que viniendo de la estirpe para salvar a su pueblo, no tuviera un origen conocido. En suma, un gobierno que tenga« el buen gusto», como diría Aparisi, de llamarse ún icamente español. La primera obra de un gobierno en España era, y continúa sien ­ do, el atender con medidas perentorias a la convalecencia de esta España en ferma. El estado febril de la política española del siglo x ix ha creado el sustitutivo fácil y peligroso del ensueño. La naturaleza tiende a crear siempre estos espejismos en fugaz resarcim iento con ­ tra el fracaso o la impotencia; hay quien se refugia y con forta con aureolas de escenas gloriosas soñadas porque nunca fué capaz de imponerse en la vida. La tarea inmediata del gobierno ha de ser substraerse a este discípulo, un poco indómito que es España, a ese mundo dorado de grandezas y aplicarle a la difícil e ingrata ocupa­ ción preparatoria. Todo artista tiene, antes de conocer el triunfo, muchas horas de sacrificio oculto y árdua. España ha nacido para el triunfo, pero debe pasar antes por la hora amarga. Este es el ence­ rram iento que pide G a ln ivet: no el encaracolam iento caprichoso del niño m imado, ni el huraño enquistamiento del resentido; sino el reconcentram iento voluntario, consciente y duradero, que potencia la voluntad y templa el ánimo. Hasta lograr el potenciam iento es­ piritual y económico, que son las dos armas para vencer en la con ­ currencia internacional. Y esta es la tercera enseñanza de Ganivet. La política internacio­ nal, que nos viene dada por la tradición — herencia espiritual de Sud - américa— y por nuestra posición geográfica tiene que ir avalada, en este mundo cerril a las razones cuerdas y a las justas reivindica­ ciones, con la presencia de nuestro poderío. No basta que se oiga nuestra voz en ese comadreo internacional de organismos políticos y de representaciones diplomáticas. M ientras nuestra voz no tenga la

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