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1 0 0 POLITICA ESPAÑOLA EN ANGEL GAN IVET Pero supongamos que se ha hecho ya este acto de «contrición colectiva» y que la regeneración interna, después de un período de «convalecencia», es cosa lograda. ¿Cómo actuar desde el presente histórico? Hay que empezar por la m isma unidad ibérica. España con ser una nación peninsunlar, no llena toda la pen ín su la: como un con ­ trasentido geográfico, Portugal divide la península de norte a sur, cortando ríos y cordilleras. Después queda aún el peñón de G ib ra l- tar como un borrón al inicio de página. Pues, bien, ninguno de los dos problemas merece una agresión por parte de España. En cuanto Portugal, una unidad inten tada por la fuerza traería en la opinión de Gan ivet, más inconvenientes que ventajas. Conformes con que se realice esa unión, piensa Ganivet, pero ha de salir espontáneamente de las naciones interesadas; m ien ­ tras esto no sea así, lo mejor es seguir separados políticamente y unidos con estrechos lazos de am istad vecina : «La unión de nacio ­ nalidades distintas en una sola nación no puede tener m ás fin útil y humano que el de aproximar diversas civilizaciones para que del con ­ tacto surja un renuevo espiritual; y este fin acaso pueda conseguirse sin el apoyo de la dominación material, política» (64). Por tan to a este propósito hemos de dirigir nuestros esfuerzos, convencidos de que la única política sensata, según nuestro autor, se­ rá aplicarnos a destruir esa m ala inteligencia, a formar la unidad es­ piritual y sen tim en tal ibérica; y para conseguirlo, para impedir que Portugal busque apoyos extraños y permanezca apartada de noso­ tros, hay que enterrar para siempre el manoseado tem a de la unidad política y aceptar totalmen te, sin reservas ni maquiavelismos, la se­ paración cómo un hecho irreformable» (65). En cuanto G ibraltar, es una hum illación que nos hemos merecido por nuestros malos gobiernos, insinúa Ganivet, y hoy hay que su ­ frirlo como un castigo de nuestra torpeza y como una consecuencia de nuestra debilidad. Pero no se ha de olvidar, que G ibraltar será fuguista», que propugna el lanzamiento de aquel organismo (en este caso España) al comercio y relación con los demás pueblos. Según este criterio, España debe moverse siempre en la órbita general de Europa, aunque por ello pierda ciertas cualidades íntimas de carácter que sólo podría conservar a base de un aislamiento agotador diametralmente opuesto al anterior. E l que propugna mantener intacto el tipo nacional con sus apetencias y sus repulsiones, sus cualidades y sus defectos, cerrando el país lo más posible al influjo externo, inhibiéndole de aquella cola­ boración sistemática, es decir, desorbitándole de Europa. Este criterio es el que sustenta Ganivet... Este criterio es el criterio tradicionalista». O. C., p. 40. (64) Ibid., t. I, p. 182. (65) Ibid., t. I, p. 183.

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