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94 POLITICA ESPAÑOLA EN ANGEL GAN IVET ciencia pervierta la opinión de muchos inocentes. ¿Qué hacer en ­ tonces? ¿Sacrificar el método? No. El método es bueno, cuando no hay otro órgano de captar la opinión nacional. Y Ganivet se de­ clara defensor del método, pero con una lim itación , a saber: «Yo soy un ardiente propagandista del sufragio universal, pero con una lim itación : la de que no vote nadie» (54). No se trata de una p a rado ja ; se in ten ta simplemente excluir a aquellos ineptos o maliciosos: se trata de salvar la bondad del su ­ fragio universal. Para mayor claridad Ganivet nos propone un e jem ­ plo. Ganivet siempre es pródigo en la ejemplarización— . El m a tri­ monio es una institución laudable, lo cual no obsta para que muchos desconozcan las obligaciones más elementales de la paternidad. ¿Quiere esto decir que la institución sea m a la? Una vez más hay que aconsejar a quienes no sean capaces de cumplir las obligacio­ nes inherentes al matrimon io que se abstengan de con traerlo; pero el hecho de que diariamente tan tos descuiden estas obligaciones no dice nada contra la institución fam iliar. Después de estas agudezas, Ganivet viene a caer en la ingenuidad de creer que en España sería fácil disuadir a muchos del sufragio «porque el pueblo, reconociéndose sin inteligencia bastante para in ­ tervenir, no vota sino cuando le espolean» (55). Otro tan to hay que decir del parlamentarismo como sistema de representación. Si la Asamblea representara íntegramente la n a ­ ción, «se habría dado un gran paso hacia el ideal político: la fusión de los diversos grupos sociales» (56). Pero se presenta inm ed ia tam en ­ te la dificultad. Cada partido nuevo exige una representación en el Parlamento y sobre ello, los diputados no siempre son formales y hay que ponerles bajo la vigilancia de un Senado que les llame al orden. Todo tiene, por tan to, sus ven tajas y sus desventajas, cuando los ánimos no están unidos por unos m ismos ideales y propósitos. La consigna de Ganivet, es la que debería ser para todo hombre que piensa desinteresadamen te: la de aconsejar a unos y a otros que cumplan con su deber patriótico y se dejen de altercados ridículos. (54) Ibid., t. I, p. 640. (55) Ibid., t.. I, p. 641. (56) Ibid., t. I, p. 642.

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