PS_NyG_1957v004n006p0067_0105

9 0 POLITICA ESPAÑOLA EN ANGEL GAN IVET Esta reforma ideal es la más urgente porque abarca consecuen­ cias de política interna y exterior; porque como veremos, nuestro dominio temporal ha term inado y h a de transformarse en mecenaz­ go espiritual. La necesitamos sobre todo para colmar este apetito de gloria, patrimonio de todas las naciones, y para desahogar racional­ mente nuestros ímpetus. Hay un párrafo brillante, donde se ju stifica esta exigencia: «un pueblo, dice Ganivet, no puede, y si no puede, no debe vivir sin g lo ­ ria, pero tienen muchos medios de conquistarla, y, además, la g lo ­ ria se muestra en formas varias; hay la gloria ideal, la m ás noble, a la que se llega por el esfuerzo de los ideales de un pueblo contra los de otro pueblo; hay la gloria del combate feroz por la simple do­ m inación m a teria l; hay la gloria más triste de aniquilarse m u tua ­ m ente en luchas interiores. España h a conocido todas las form as de la gloria, y desde hace largo tiempo disfruta a todo pasto la gloria triste. Vivimos en perpetua guerra civil. Nuestro temperamento, ex ­ citado y debilitado por inacabables períodos de lucha, no acierta a transformarse, a buscar un medio pacífico, ideal, de expresión y hablar por signos más humanos que los de las armas» (45). La acción precursora de este resurgimiento intelectual no nece­ sita de nuevos centros de en señanza; estos le merecen muy poca estima a Ganivet, tal como existían en España porque su in flu jo en la formación intelectual era muy deficiente. Son los hombres ejemplares, con su trabajo silencioso e imbuidos de un sano patrio­ tismo los que deben iniciar esta corriente de nueva v ida ; a ellos está reservado el im antar a los estudiosos y crear un ambiente pro­ picio para el florecim iento intelectual. Ellos han de hacer la siem - (45) A. G antvet , O. C., t. I, p. 219. Asi compendia su pensamiento sobre Es­ paña en otra parte de sus obras: «E n nuestro amado país — dijo Pío C id— , todos los centros gubernativos debían llevar una partícula negativa. Tendríamos m i­ nisterios de Desgobernación y de la Desgracia, de la Sinhacienda y de la Sinmarina, y asi por el estilo. E l único que funciona es el de la guerra, y funciona mal. Pero ahora hablando seriamente, yo le digo a ustedes que hay que trabajar para que España se levante, y hasta que se levante no hay medio de hacerla andar en ningún sentido. Por esto la diplomacia es lo último que debe aquí entrar en juego, y por ahora nada bueno se podría sacar metiéndose en historias, como no fueran que nos moliesen a palos como a D o:i Quijote, los yangüeses. Y o he co­ nocido a m uy pocos diplomáticos españoles, y alguno de ellos ni siquiera conocía los límites geográficos del pais en que representaba a E spaña; pero éste más que los otros, tenía un orgullo a prueba de bomba; y como quiera que hoy lo único que tenemos en España es ignorancia y orgullo, no se puede pedir más perfecta representación de lo que somos. Ese orgullo es bueno; algún día vendrá el saber y todo se andará. Nosotros no conocemos más que dos orgullos: el aristocrático y el m ilitar. E l día que tengamos el orgullo intelectual, podremos aspirar a algo...». O. C „ t. II, p. 190.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz