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E l T em a d e la U nidad y e l C on g reso N a cion a l d e P erfecció n y A p osto la d o 2 8 7 El Congreso seabrió con una gran ilusióny seconcluyó con unaesperanza para el futuro, sobre todo iluminado por una comprensión, colaboración y solidaridad más inteligente de todos. Ahí queda para estímulo permanente, y no es poco, la gran con­ signade esos días: Unidad. Haga, pues, el Señor que «la nueva era, el tiemponuevo», caracterizado por la coordinación de fuerzas en la vida religiosa de España— epí­ tetos con que más de uno se ha atrevido a calificar la trascendencia de este Con­ greso de Perfección y Apostolado—, no se quede en un mero anhelo, sino en algo eminentemente sincero, realista y constructivo; algo que no termine, como a este mismo propósito hacía notar el señor Arzobispo de Zaragoza, en «un recuerdo vago y triste», inoperante, enuna «tremenda decepción» (23). No se olvide lo que se cantó unánimente todos los días como bella síntesis, razón de ser y consecuencia del Con­ greso: Donde hay caridad y amor, allí está Dios. El amor de Cristo nos ha congregado en unidad... Que el problema es insoslayable. Y quizá nunca tan acuciante, tan urgente, como en la coyuntura histórica actual, en que tanto esperan y piden particularmente de nosotros nuestra Patria y la Iglesia. P. D o n a t o d e M o n l e r a s , O. F. M . Cap. ( 23 ) lbídcm , p. 5 .

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