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E l T em a d e la U n idad y e l C o n g reso N a ciona l d e P erfección y A p osto la d o 2 8 5 nadie se debe sentir preterido ni preferido» (15). Y todo sobreelevado, en última instancia, por una gran pureza y altura de ideales, por elevación apostólica, es de­ cir, por elevación en los objetivos y en los planes de apostolado (16). Con razón es­ cribía el P. César Vaca durante los días del Congreso: «El espíritu de unión es sim­ plemente el espíritu de caridad, de amor a grandes ideales comunes... La amistad — ha dicho St. Exupery— no consiste en mirarse uno a otro, sino en mirar los dos en la misma dirección» (17). No otro fué también el anhelo ardiente de laConferen­ cia General del Episcopado Latinoamericano, recordado muy oportunamente por Monseñor Samoré en el Congreso, cuando recomienda a todo el clero que, «intensi­ ficando el espíritu sobrenatural y la conciencia de la unidad sustancial del sacerdocio católico, alimenten los vínculos de hermandad, de respeto y de caridad con todos sus cohermanos, seculares o religiosos, nativos o provenientes de otros países, y sepan cooperar fraternalmente en el común ideal de la gloria de Dios y de la salvación de las almas» (18). Un presupuesto ineludible de todo esto es conocernos mutuamente. He ahí el proceso de launión. Se produce por el amor y la precedeel conocimiento. Los que se aman viven unidos; para amarse es preciso conocerse, y para conocerse es necesa­ rio acercarse, tratarse, convivir (19). Pero en este punto, desgraciadamente, nos falta mucho por hacer. Con sinceridad inapelable, ha podido escribir, especialmente para los congresistas, el Director de la Oficina General de Información y Estadística de la Iglesia en España: «Nos desconocemos mutuamente; contra toda lógica, es mejor en nuestras revistas la información católica internacional que la nacional, y hay un millar de revistas religiosas españolas que parecen ventanas cerradas a los problemas comunes. Sin mala voluntad ni sombra de egoísmo; por simple ignorancia de los hechos, que nadie comunica a nadie» (20). B a l a n c e g e n e r a l . ¿Cabe dar una valoración exacta de los resultados del Congreso sobre este problema de la unidad? Realmente sería arriesgado pretender enjuiciar esto con ca­ rácter decisivo, ya que, quizá en ningún otro punto como éste, las verdaderas conse­ cuencias o derivaciones del Congreso— por donde se cotizará en definitiva— habrá queesperarlasenel futuro. Pero, ateniéndomeexclusivamentea todos los elementos de juicio que pudieron ser recogidos durante esos diez días de convivencia, me permito avanzar una sencilla interpretación de lo hecho y de lo previsible por el momento. Positivamente, se ha contado con una oportunidad excepcional para llegar a algomás efectivo enesteproblema: laoportunidaddeconocernos todos más de cerca, de comprendernos mejor— méritos y defectos—, de sentir en público la llamada y necesidad de una mayor colaboración en todos los órdenes. Los datos aportados no han podido ser más aleccionadores. De una parte, las enormes y urgentes nece­ sidades de trabajo; de otra, la notable desproporción entre nuestras fuerzas y los resultados obtenidos, entre las posibilidades y las realizaciones. Tal panorama, cuan­ do menos, no puede dejar tranquilo a nadie. Y esto ya es mucho. Ahora bien, puesto ( 16 ) C fr.M o n s. C asim iro M o r c i l l o , loe. cit. ( 17 ) Del espíritu de unión. «Congreso», n. 5, p. 3 . — Cfr. M o n s. JoséM a r ía G a r c ía L a h ig u e r a , loe. cit. (18) Cfr. «Congreso», n. 7, p. 1. ( 19 ) Cfr. E m ilio S a u ra s, O . P .: Se acortan las distancias. «Congreso», n. 4 ,p. 3 . ( 20 ) Jesús Ir ib a r r e n : La Oficina General de Información y Estadística de la Iglesia en España. «Congreso», n. 9, p. 4.

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