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E l Teína d e la U nidad y el C on g reso N a ciona l d e P erfecció n y A p osto la d o 283 unión, tieneque ser unacopia fiel, un trasunto de la unidaddivina. Quiere queseamos uno. No muy unidos, sino uno. Y esto para la conversión del mundo. ¿Qué mayor perfección que la de estar todos unidos en Cristo, y con Cristo, unidos al Padre? ¿Qué mejor apostolado que el de la conversión de todo el mundo?» (6). Perfección y apostolado, algo que se exige mutuamente y que constituyó la preocupación bá­ sica, directa, de todo el Congreso, explicado, revalorizado desde sus fundamentos por la más entrañable unidad cristiana, sobrenatural, en Cristo Jesús. S o l u c io n e s . También se habló en el Congreso repetidas veces de soluciones concretas. Y éstas se abordaron, como es obvio, desde dos puntos de vista— el jurídico y el humano, cristiano, sobrenatural — que ofrece esa compleja realidad humana y religiosa de toda actuación al servicio positivo de la Iglesia. Interesante bajo el primer aspecto fué el discurso del Emmo. Cardenal Primado en el pórtico mismo del Congreso. Los Obispos son, en definitiva, los responsables, y a quienes compete por derecho divino dirigir y coordinar en la Iglesia cualquier em­ presa apostólica. Respeto, pues, veneración y aprecio mutuo en una «relaciones que han de ser de fraternidad, de amor y de cooperación»; pero, sobre todo, depen­ dencia jerárquica del Episcopado. «El apostolado en la Iglesia de Dios debe tener unidad; sus Pastores, responsables, por derecho e institución divina, son el Romano Pontífice y los Obispos; éstos reciben sujurisdicción, para un territorio determinado, del mismo Romano Pontífice; sería, pues, menos conveniente y peligroso que los mi­ nisterios externos de predicación, confesión y enseñanza oral y escrita entre los fieles pudiesen ser ejercidos por los religiosos de cada uno de los institutos, ni aun siquiera de cada una de las beneméritas Ordenes, independientemente del Obis­ po» (7). Una idea semejante recordaba ya el mismo Papa, como fijando posiciones, en carta al Emmo. Cardenal Presidente, leída también solemnemente en la apertura del Congreso. «Tratándose de apostolado local, que haya de prestar ayuda a lajerar­ quía eclesiástica, es absolutamente necesario que nada se haga sin el Obispo (San Ignacio de Antioquía). Por lo mismo corresponde a los sagrados Prelados, de acuer­ do con las prescripciones de esta Sede Apostólica, y enconformidad a las normas del Código de Derecho Canónico, preverlo y realizarlo todo en cuanto de ellos dependa, de tal manera que dentro de su propiajurisdicción nada falte de lo que pueda contri­ buir a una cosa de tanta trascendencia; y por su parte, los sagrados ministros de am­ bos cleros, como también los religiosos de uno y otro sexo, tengan por cosa princi­ palísima el prestar una colaboración solícita, inteligente, concorde y demutuo apoyo, de modo que, con la ayuda de Dios, se esfuercen por llevar a feliz término todo cuanto el Obispo ordenare» (8). En otros términos: se ha hecho resaltar como solu­ ción jurídica, basándose en la estructura vigente de la Iglesia, el diocesanismo de los (6) No muy unidos , sino uno. «Congreso», n. 3, p. 1; M o n s. José M a r ía G a r c ía L a h i- g u e r a , Obispo Presidente de la Comisión Central: La unión de fuerzas. . . , loe. cit.: «Re­ novarse o perecer equivaldrá — estamos seguros de ello — , en el clima espiritual del Con­ greso, a unirse o perecer frente a la tarea apostólica que nos incumbe.» — M o n s. A n to n io S am ore, Secretario de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios en la Secretaría de Estado de Su Santidad: La Conferencia Genera! del Episcopado Latinoamericano y la colaboración internacional. «Congreso», n. 7, p. 1: «Congreso», n. 4, p. 8. ( 7 ) Emm. E n riq u e P la y D e n ie l, Cardenal Primado: Obispos y Religiosos. «Con­ greso», n. 4. p. 5. (8) Cfr. «Congreso», n. 2, ps. 1-2.

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