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2 7 2 P . C a rlos d e Villapadierna, O . F . M . C a p. impulso divino mediante la gracia, sería la «vocación interna». Puede tolerarse esta distinción con tal, empero, de que se afirme que ante Dios que llama, tanto las dotes personales, cuanto la moción de la voluntad y llamada del obispo, se entrelazan en la línea «objetiva» de los elementos manifestadores de la divina elección y son regu­ lados por la divina providencia con tal fin. La intención recta de que habla el canon 538 es el deseo de entrar en religión o abrazar el sacerdocio por un motivo sobrenatural. Ahora bien, no hay deseo sobre­ natural sinun influjo de la gracia preveniente; este influjo constituye la llamada in­ terna de Dios. La identificación básica de la vocación interior con la intención recta, doble aspecto de la misma entidad psicológica, explica el que la vocación interior no sea nombrada en los textos escriturísticos. Prácticamente, en efecto, es indiferente que la vocación interior sea condicionada por la intención recta o por la vocación interna. Este segundo elemento de que se sirve la voluntad divina para su manifestación, es decir, la recta intención del joven, ocupa un lugar privilegiado, porque aquí se realiza el encuentro directoe íntimo entreDios que llama y el llamado, originándose la recepción consciente del influjo y el acto responsable de la respuesta. Conviene advertir, para atajar falsas interpretaciones, que estas inspiraciones de la gra­ cia: 1), siguen ordinariamente una ley progresiva, desde las vagas simpatías de la niñez hasta la firme y fundamental decisión de la profesión u ordenación; por tanto, no se requiere una vocación específica, determinada, perfilada ya en el niño de once o doce años que ingresa en un seminario (esta fué también la opinión de los congre­ sistas en el Congreso de Perfección y Apostolado celebrado en Madrid); 2), son inspiraciones divinas no milagrosas; por eso el alma no tiene conciencia de recibir­ las del Espíritu Santo, no siente ser empujada por otro, sino que se siente inclinada simplemente; 3), que tal inclinación deriva de la gracia y no de la propia simpatía o entusiasmo natural, se deduce de la sublimidad del objeto y del examen del com­ plejo manifestativo de la divina elección. El motivo adecuado, sobrenatural, de la vocación, no es cualquiermotivo sobre­ natural; el findel candidato deberesponderal findel institutoenel quedeseaingresar. No hay duda de que el Señor obra directamente con su gracia en el alma del joven a quien llama. Las palabras del Papa en la Sedes sapientiae, que luego cita­ remos, son decisivas. A principios de siglo se entabla una apasionada polémica acerca de la esencia de lavocación. Muchos autores ponenenduda o niegan laexistenciade la inspiración interna de Dios, y se apoyan en la decisión de la Comisión Cardenalicia del 2 de julio de 1912 aprobando la doctrina del canónigo Lahitton en su libro La vocation sacerdotale (18). Es verdad que algunas expresiones parecen, a primera vista, «ne­ gar valor a toda vocación interna» (19). Un año después, Lahitton aclara su posi­ ción: «Mi libro no combate la inclinación sino en cuanto signo decisivo de vocación. Lo que necesariamente constituye a uno candidato al sacerdocio son las aptitudes y la intención recta. Lo decisivo es la llamada del obispo» (20). He aquí la sustancia de la decisión de la Comisión Cardenalicia, integrada por Pompili, Bisletí y Van Rossum: «En raison des dissensions qui se sont produites à l’occasion du double ouvrage du Chanoine Joseph Lahitton sur La vocaction sacerdotale, et de l’importance de laquestiondoctrinale y soulevée, notre très Saint-Père le Pape Pie X adaignénommer una Commission Spéciale d’Eminentissimes Cardinaux. »Cette Commission, après avoir mûrement examiné les arguments en faveur de ( 18 ) Joseph L a h it to n : La vocation sacerdotale. (Paris, s.a.) (19) P. C. L a n d u c c i : La Sacra Vocazione. Edicioni Paoline. (Roma, 1956) 145. (20) Revue pratique d'Apologétique. (1910) 211.

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