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268 P . C a rlos d e Villapadierna, O . F . M . C ap. les y sobrenaturales hasta el momento de la decisión definitiva. Pues, como dice Pío XII: «Los gérmenes de la vocación, así como las cualidades que ésta requiere, una vez que se dan, tienennecesidad de educación y de formación para su desarrollo y madurez. Nada, en efecto, es perfecto desde el primer instante de su nacimiento; antes bien, la perfección se adquiere por progresos graduales. Para dirigir esta evo­ luciónes necesario tener encuenta todo, ya sea lo que es objeto de lavocacióndivina, como las condiciones del lugar y tiempo, para alcanzar eficazmente el fin pro­ puesto» (9). Los tres aspectos integrantes de esta aptitud son el físico, el intelectual y el moral. a) Idoneidadfísica. — El criterio de la idoneidad física no puede ser absoluto; dependerá de las diversas actividades sacerdotales a realizar o de los fines del ins­ tituto religioso. Ordinariamente, la salud precaria es un elemento contrario a la vocación, pues no parece indicado que Dios llame a un estado de vida cuyas activi­ dades fundamentales no pueden realizarse. La falta de salud es un impedimento para la participación plena de la vida co­ mún y de la observancia regular. El Derecho Canónico (983) indica como impedi­ mento aquello que supone grave deformidad; son, pues, los superiores quienes de­ benjuzgar, en consecuencia con las propias Constituciones, el tenor devida, etc. Han de considerarse, sobre todo, aquellas enfermedades que tienen repercusiones en las facultades intelectuales y morales; lo mismo ha de decirse de las afecciones mentales: histeria, psicastenia, etc., que constituyen un impedimento gravísimo para la paz de las comunidades y una fuente de disgustos para los superiores y de escándalos para los fieles. Igualmente han de considerarse seriamente las taras hereditarias: locura, alcoholismo, sífilis, que no aparecen al exterior; pero que, más tarde o más temprano, se manifestarán, haciendo imposible el digno ejercicio de las funciones sacerdotales o de la vida religiosa. Con todo, no deben cargarse demasiado las tintas, teniendo muy presente la afir­ mación de De Sinéty: «Si pretendiésemos excluir de los seminarios y noviciados a todos los individuos en los cuales la herencia o las disposiciones personales dan motivos de temer el desarrollo ulterior de una enfermedad. . . psíquica, nos expon­ dríamos a alejar del sacerdocio y de la vida religiosa a muchos que son dignos. Pues en los ascendientes de un candidato al sacerdocio, remontándose a dos o tres gene­ raciones. .., es raro no encontrar taras relativas a perturbaciones psíquicas: alcoho­ lismo, sífilis y otras anomalías mentales. Esto hoy, especialmente en ciertos am­ bientes, es frecuente, aun en las familias más sanas» (10). Para calibrar el grado de idoneidad física en el aspirante a la vida sacerdotal religiosa, habrá que examinar las funciones a cumplir y las peculiares reglas ycostum­ bres de la comunidad donde tenga que desarrollar su actividad. Existen órdenes religiosas en las cuales la vida común es exigida hasta el último detalle, de tal ma­ nera que el no poder comer, por ejemplo, la misma comida que los demás religiosos es motivo suficiente de no admisión a la profesión. Estos enfermos, ¿estarán conde­ nados a n o p o d e r l l a m a r nunca a una puerta conventual con el noble fin de servir más intensamente a Dios? Aquí habría que aplicar el aforismo teológico: Sacra­ menta propter homines. ¿Por qué no organizar otras formas de vida religiosa en las cuales tuviesen cabida sanos y enfermos? ¿Acaso los enfermos no prestan una apor­ tación valiosa e incalculable en la economía de la redención? A esta necesidad res­ ponde la fundación de las Terciarias Dominicas de Santa María, fundadas en Fran­ cia en 1942, y queposeenya tres casas en Franciay una en Suiza. Admiten cualquier enferma, exceptuando las nerviosas y contagiosas. Escogen principalmente a aquellas jóvenes llamadas a la vida contemplativa, pero que por razón de su salud se ven (9) AAS, 48 (1956) 358. (10) Psicopatologia e direzione spirituale. (Brescia, 1937) 193.

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