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280 P . C a rlos d e Villapadierna, O . F . M . C a p. que adquiere la tesis liberalista en el campo de la práctica. La responsabilidad de conciencia se funda en el conocimiento de una ley obligante. Ahora bien, en pro blema tan delicado e intrincado como el de la vocación religiosa y sacerdotal, no es el candidato el más indicado para formarse una conciencia intrínsecamente cierta de la obligatoriedad. De aquí la importancia para los confesores y directores espiritua les. Estos tienen el sacrosanto deber de orientar las almas, no según sus propias opi niones personales, sino según los principios de la moral, comúnmente enseñada por moralistas y teólogos. Cuando se trata de algo controvertido, acerca de lo cual los autores no se hallan de acuerdo, no puede imponerse como obligatoria cualquiera de las alternativas. Se puede indicar, explicar, pero siempre queda al alma la libertad de decidirseenun sentidoo en otro: Lex dubia non obligat. Cuántas almas, intimidadas quizá por consejeros rigoristas, se han acercado al altar, como ovejas al matadero, para vivir dentro del sacerdocio y de la congregación religiosa como eternos descentrados, amargados e infelices, siendo un lastre, una remora, para la vida pujante de los institutos, cuando no fuente de escándalos y apostasías degradantes. Al niño no puede presentársele la salida del colegio o del se minario como causa segura de condenación. Libros hay sobre la vocación religiosa y sacerdotal que, de no corregirlos, seríamejor retirarlos de los seminarios y colegios de religiosos. Los que tienen que aconsejar y formar a los futuros sacerdotes deben poner de relieve la excelencia sublime, la dignidad del sacerdocio y de la vida religiosa. La vocación es la más palpable muestra de predilección divina hacia un mortal, desti nado a ser la sal de la tierray la luz del mundo, dispensador de los misterios de Dios, mártir excepcional de Cristo, en el sentido radical y óntico de la palabra, y continua dor de sumisión salvadora. Esto, bien entendido, resultará ensalzada la estima de la vocación, y el alma del joven se enamorará ciegamente del más grande de los ideales y avivará tremenda mente su responsabilidad, porque la responsabilidad no consiste solamente en el cuidado de no cometer pecado, sino en no perder tesoros preciosos para la vida eterna. La responsabilidad y correspondencia a la invitación divina exige amor cons tante y generoso, entrega total y omnímoda. Según lo aconsejen las circunstancias, el director espiritual deberá también recurrir a los motivos de temor, a fin de que el candidato al sacerdocio no descuide la gracia de la vocación por falta devida interior, de mortificación, de estudio, etc. Pero jamás debe proponer la vocación divina como medio único y exclusivo de salvación. El sacerdocio quiere almas abnegadas, esfor zadas, con voluntad y responsabilidad, no espíritus conformistas y resignados, pues, como afirma San Jerónimo: Grandia semper in audientium ponuntur arbitrio (48). Y termino con las palabras de los Salmaticenses: «Consilium autem praecise ut tale non inducit obligactionem, ñeque habet vim legis, sed proponitur ut ormino libere amplectendum. . . , si operari contra consilia ex hoc praecise esset peccatum saltem veníale, nullus posset licite et sine talipeccato manere in saeculo, uxorem ducere, divia- tiarum dominium retiñere, et similia quorum opposita Christus nobís consuluit: hoc autem manifeste est absurdum» (49). P. C a r l o s d e V i l l a p a d i e r n a , O. F. M. Cap. Colegio de Teología. León. (48) Ep. LXVI ad Pamm. (PL., 28, 639). Igualmente bellas son las palabras de S a n G r e g o r io M a g n o : «Vocare enim Dei est non amando et eligendo respicere. Respondere autem nostrum est amori illius bonis operhbus parere.» Moralium, líb. X I, cap. 43, 57 (PL. 75, 978). (49) Cursus Theol. (Venetiis, 1678); t. 4, disp. 19, dub. 1, n. 6.
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