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VO CAC ION R E L IG IO SA Y SACERDO TA L : NATURALEZA Y OBLIGATORIEDAD La cuestión y realidad de la vocación sacerdotal y religiosa es una realidad y una cuestión intrincada, misteriosa y compleja; y lo es por la diversidad de factores psicológicos, fisiológicos, morales, intelectuales, jurídicos y sobrenaturales que la integran y constituyen. El tema es de actualidad palpitante, como lo demuestran la Constitución Apos­ tólica Sedes Sapientiae, las disputas acerca de la libertad en la correspondencia a la llamada divina, los diversos Congresos en los cuales se ha discutido este pro­ blema. Todo cristiano tiene vocación; algunos poseen «la vocación». Tener vocación se entiende del llamamiento al estado sacerdotal, y aún más al estado religioso. Note­ mos en principio dos rasgos esenciales de estas vocaciones por excelencia. Están socialmente organizadas y constituyen «un estado» distinto. El estado sacerdotal y el estado religioso, aunque diferentes entre sí, se oponen al estado seglar. No se entra por sola la voluntad y no se puede abandonar a capricho. No se hace uno reli­ gioso sino siendo aceptado en una sociedad religiosa, cuyos Superiores tienen una delegación de la Iglesia y cuyas Regla y Constituciones han sido aprobadas por ella. En el Código de Derecho Canónico se alude a la vocación eclesiástica (1.353), pero no se menciona expresamente la vocación religiosa y sacerdotal. Sin embargo, en los cánones 538 y 968 está la noción sustancial de ambas, que coincide con la defi­ nición que de la vocación sacerdotal, aplicable a la vocación religiosa, da el inmor­ tal Papa Pío XI en su encíclica Ad catholici sacerdotii : «La vocación— dice el Pon­ tífice—, más que un sentimiento del corazón o atractivo sensible, que a veces puede faltar o dejar de sentirse, se revela en la rectitud de intención del aspirante al sacer­ docio, unida a aquel conjunto de dotes físicas, intelectuales y morales que le hacen idóneo para tal estado» (1). La vocación eclesiástica se considera en el Código y en otras fuentes canónicas como el «género» cuyas especies, inadecuadamente distintas, son la vocación sacer­ dotal y la vocación religiosa. Por eso, lo que digamos de una podrá aplicarse, mutaüs mutandis, a la otra. En el trabajo, siguiendo al Romano Pontífice en la Sedes Sa­ pientiae, tenemos preferentemente en cuenta la vocación religiosa, sacerdotal y apostólica. (1 ) A A S , 28 (1936).

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