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EN T O R N O A L C O N G R E S O N A C IO N A L DE P E R F E C C IO N Y APOSTO LADO Desde el día 23 de septiembre al 3 de octubre vive la capital de España días de religiosa agitación, con motivo del magno Congreso Nacional de Perfección y Apostolado. Nota llamativa y consoladora fué desde el primer momento la sensación de «lleno» que acompañó a todos y cada uno de los actos del mismo. El «lleno», que ineludiblemente «masifica» a los grupos más selectos, tuvo quizá consecuencias poco propicias para el desarrollo de su vida íntima: el estudio de los problemas. Pero nos dió a todos una sensación de alza y optimismo que compensaba sobrada­ mente las deficiencias inherentes a la movilización demultitudes. Se hablaba de cinco mil congresistas: unosmil trescientos sacerdotes religiosos, más de unmillar de sacer­ dotes seculares y más de dos mil religiosas. Y esta concentración masiva, este verda­ dero ejército de la virtud, ha sido un verdadero éxito y promesa de muchos bienes. Una íntima convicción conmovía a todos ante el porvenir prometedor del cato­ licismo en España y de su irradiación más allá de sus fronteras, y sobre todo en His­ panoamérica. Se sentía invadida por un optimismo sano y vigoroso aquella masa religioso-sacerdotal, congregada para tomar conciencia de los problemas espirituales de nuestro momento histórico y dispuesta igualmente a resolverlos y superarlos. Lo contrario de un optimismo paralizador y suicida. Nada, en efecto, tan maléfico para la suerte de los pueblos y de las instituciones como el optimismo bobalicón, con venda en los ojos para los peligros e imprevisor hasta que siente le falta apoyo para los pies. Aunque parezca extemporáneo, permítasenos traer aquí unas palabras de J. Arrarás, en su Historia de la segunda República española (Madrid, 1956; t. I, pá­ gina 234), al enjuiciar el resurgir del movimiento católico ante los desmanes de la República. Los españoles somos muy olvidadizos y precisamos de estos memoria- ünes. «Se había adquirido— dice— la conciencia de que todo cuanto pasaba era consecuencia de años de inacción, de indiferencia y de inhibición.» Para que nuestros sucesores, o quizá nosotros mismos, no nos tengamos que reprochar algún día el mismo pecado, para ello nos congregamos en Madrid. A reafirmar nuestro opti­ mismo en guardia y a bruñir nuestras mejores armas para la lucha de los espíritus. Que por nuestra indolencia no se ponga en litigio el destino cristiano de nuestro pueblo. Magnífica la sesión de apertura en la Iglesia del Sagrado Corazón, de los Padres Jesuítas. Bienvenida cordial del Patriarca-Obispo de Madrid. Palabras de promesa y estímulo al estudio y al trabajo, del Cardenal Primado. Intensa vida espiritual y

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