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25 0 P . T o m á s d e FontanU , O . F . M . C ap. opinan algunos psicólogos, el desarrollo intelectual depende del desarrollo de la atención, calcúlese la importancia de educarla debidamente. Generalmente, nuestra atención va acompañada de los fenómenos secun­ darios concomitantes: mayor intensidad del excitante, interés, mayor claridad con que el objeto se presenta a nuestra conciencia y ciertas actitudes de nuestro cuerpo y reacciones de nuestro organismo, que instintivamente tenemos, cuando tenemos centrada nuestra atención sobre algo. Sin embargo, conviene tener presente que ninguno de estos fenómenos secundarios, concomitantes, entra a formar parte del constitutivo esencial de la atención. Aunque es cierto que la mayor intensidad del excitante lleva consigo, ordinariamente, la atención, es posible, no obstante, poner nuestra atención en otros excitantes más débiles, y hasta se puede atender al excitante más débil de cuantos en el mismo momento ejercen su influencia sobre nuestra conciencia. Tampoco el interés, que nos ofrece el objeto, es la causa, muchas veces, que acapara nuestra atención. Es posible atender al objeto que menos nos interese. Ni es la claridad con que el objeto se presenta a nuestra con­ ciencia lo que infaliblemente roba nuestra atención. También en este caso es posible dirigir nuestra atención al objeto más confuso e indefinido que se presente a nuestra conciencia. Finalmente, las actitudes características que tomamos, casi instintivamente, cuando prestamos atención, también pueden ser suprimidas. Basta un acto enérgico de la voluntad para dominar el sis­ tema nervioso. Cuántas veces está una persona en la iglesia, por ejemplo, de rodillas, con los ojos bajos, en actitud de recogimiento, y su atención se halla muy lejos de las cosas en que entonces debería ocuparse. Cuántas veces se encuentran las personas en una reunión familiar, en una conversación con sus amistades, haciendo gestos de asentimiento a lo que alguien está diciendo, sonriendo a los que están hablando, mirándoles fijamente, y, sin embargo, el objeto principal que roba casi toda su atención está muy lejos de aquella reunión familiar, de aquella conversación con los amigos. Maravilloso poder el de nuestra atención, maravilloso poder el de nuestra vida psíquica íntima. El psicogalvanómetro no ha podido ser utilizado aún con absoluta garantía de certeza. De estas cosas saben mucho los diplomáticos, acostumbrados a dominar bien sus nervios, obligados a vivir oficialmente una vida de ficción en muchí­ simas ocasiones. Aparentando despreocupación muchas veces por aquel objeto precisamente, por aquel problema que les tiene en vilo y roba toda su atención. Y no solamente los diplomáticos. De esto saben también bastante muchas personas que andan por esos mundos de Dios, y que habrían hecho muy

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