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P sicoh igien e d el trabajo intelectual 247 si. puestos esos individuos en condiciones fisiológicas convenientes, no habrían producido más y mejores obras científicas. Y, en segundo lugar, conviene tener presente que las leyes psicológicas son estadísticas, es decir, que se cum­ plen en la masa, en el conjunto de los individuos. No tenemos certeza de que se cumplan en este o en el otro caso determinado, pero sí la tenemos de que las leyes se cumplirán en el conjunto, en la masa de los individuos. Pero, además, resulta que no han sido precisamente los genios los que han hecho todas y ni siquiera la mayor parte de las grandes investigaciones científicas, sino hombres de una capacidad intelectual media, pero de una vo­ luntad firme, tenaz y constante. «No seré yo, ciertamente, quien niegue — dice el gran sabio español Ramón y Cajal — que los más ilustres ini­ ciadores científicos pertenecen a la aristocracia del espíritu, y han sido ca­ pacidades mentales muy elevadas, a las cuales no llegaremos nunca, por mucho que nos esforcemos, los que figuramos en el montón de los trabajadores modestos. Pero, después de hacer esta concesión, que es de pura justicia, sigo creyendo que a todo hombre de regular entendimiento y ansioso de nom­ bradla, le queda todavía ancho campo donde ejercitar su actividad y de tentar la fortuna, que, a semejanza de la lotería, no sonríe siempre a los ricos, sino que se complace, de vez en cuando, en alegrar el hogar de los humildes. Consideremos, además, que todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro, y que aun el peor dotado es susceptible, al modo de las tierras pobres, pero bien cultivadas y abonadas, de rendir copiosa mies. Acaso me equivoque, pero declaro sinceramente que en mis excursiones por el extranjero y en mis conversaciones con sabios ilustres he sacado la impresión (salvada tal cual excepción) de que la mayoría de éstos pertenece a la categoría de las inteligencias regulares, pero disciplinadas, muy cultivadas >’ movidas por avidez insaciable de celebridad » (2). Y ya que estamos hablando del grande, grandísimo influjo del elemento fisiológico sobre la cara espiritual o psíquica del individuo — para muchos desconocido, al menos en cuanto a su verdadera valoración — diremos, aunque nada más sea de pasada, que se están haciendo estudios muy intere­ santes sobre este punto en su relación con el importantísimo problema de la vida espiritual. Esperamos tener ocasión de hablar sobre este punto extensa y detenidamente. «El hombre está obligado a cuidarse no sólo por la satis­ facción de sentirse bien, sino, además, con el fin de que su cuerpo no se con­ vierta en un obstáculo para su vida intelectual y moral, sino que, por el con­ trario. sea un instrumento dócil» (3). ( 2 ) S. R am ón y C a ja l: Reglasy consejos sobre investigación científica (M adrid, 1940 ) , p. 8 - 9 . ( 3 ) R . B io t y P. G a lim a rd : Guia médica de las vocaciones sacerdotales y religiosas , , traducción del P. J. F erra n d is (Buenos Aires, 1948), p. 34.

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