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P sicoh igien e d el trabajo intelectu al 257 El instinto sexual es, sin duda alguna, una expresión biológica de las de mayor potencial de energía. ¿Hasta dónde llega el influjo o repercusión de la vida sexual sobre la vida psíquica, sobre todo en su relación con el trabajo intelectual? Se han dado dos soluciones completamente opuestas a este importante problema. Hasta hace unos años venía prevaleciendo la opinión, extrema y exagerada ciertamente, de un influjo absoluto y total, lo cual dió lugar a no pocas per­ turbaciones. Sabido es que el joven fácilmente cae en la impureza, si no es muy vigilante consigo mismo. Como, por otra parte, se le había repetido insistente y machaconamente la influencia nefasta, perniciosísima sobre su vida intelectual, esto daba lugar en muchos jóvenes a una preocupación, una ansiedad tal que acababa por provocar en ellos verdaderas alteraciones psíquicas. Hace ya algunos años, comenzó a prevalecer la opinión opuesta. Excepto en casos que propiamente entran ya dentro del campo patológico, prevalecía la opinión de que su influencia era mínima o nula. Ultimamente se han orientado las opiniones hacia un término medio, y quizá en este término medio esté la verdad. Ni una exagerada repercusión, ni tampoco mínima o nula. No cabe la menor duda que la sexualidad está en íntima relación con las funciones nerviosas del hombre. Por otra parte, el acto sexual supone una pérdida de energía en el hombre, tanto en lo fisiológico como en lo psíquico. Por tanto, sin pretender llevar las cosas a la exagera­ ción, el acto sexual, sobre todo si es frecuente, priva al individuo de un gran potencial de energía, tanto fisiológica como psíquica. Los medios que dicta la psicohigiene para encauzar esta fuente de energía no son, en resumen, otros que los que da la moral católica para mantener esta pasión en latencia y tener de este modo toda la fuerza física y psíquica de este fuerte impulso al servicio de la personalidad, que podrá emplearla en lo que más le convenga. Los supongo de todos conocidos, por eso no haré más que enumerar los principales: oración, humildad, evitar la ocasión, y el trabajo o, por lo menos, una ocupación útil y honesta. Cualquiera de ellos que falte, generalmente hablando, podemos decir que la caída es segura. Médicos acatólicos han pretendido atribuir al celibato la causa y el origen de algunos trastornos psíquicos, sobre todo la esquizofrenia. No parece poder sostenerse esto, ya que normalmente, durante el sueño, el organismo se libera de la tensión sexual cuando ésta ha llegado al máximum, resta­ bleciéndose de este modo el equilibrio. Con todo, no nos atreveríamos a negar que, tratándose del celibato no vocacional y en determinados individuos de ciertas predisposiciones consti­ tucionales, pudiera el celibato ser causa de ciertas alteraciones psíquicas. Se ve en ello una posibilidad; decimos posibilidad nada más, porque está todavía NATURALEZAYGRACIA. 17.

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