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P sicoh igien e d el trabajo intelectual 2 5 5 Todos estamos constantemente amenazados desde los planos más pro­ fundos del subconsciente hasta la conciencia más clara, por un sinnúmero de apetencias desordenadas. Cuando estas estimulaciones aparecen en el plano consciente, si verdaderamente queremos, podemos eliminarlas con relativa facilidad. Pero, cuando provienen del plano subconsciente o in­ consciente, hay que estar muy alerta para descubrirlas y poder eliminarlas inmediatamente. Es preciso tener un cuidado muy esmerado con la psicohigiene de nuestra vida emotiva, porque, si se producen alteraciones en este orden, por ligeras que sean, resulta muy difícil su tratamiento. No hay que perder de vista que la emotividad es el motor de toda nuestra personalidad. Por pequeña que sea la alteración que en ella se produzca, al intentar modificarla, es fácil modificar toda la personalidad. En ocasiones se ha intentado modificar el potencial emotivo, pero resulta tan difícil poder centrarlo en su justo límite que, hoy por hoy, lo más probable es fracasar en el intento, provocando un desequilibrio en toda la personalidad. Por esta razón, se impone una extrema vigilancia psicohigiénica de nues­ tras tendencias psicosomáticas latentes. Podemos emplear para ello diversos medios. En primer lugar, tenemos medios de orden fisiológico. Todos esos que suelen emplearse ya en los colegios modernos: deporte prudente — sin llegar a ser pasión —, aire libre, paseos, duchas frías, excepto en caso de tempera­ turas extremas, por no citar más que los principales. Todos estos medios lejos de debilitar el organismo, lo robustecen, endurecen y mantienen en cierta tensión, buena no solamente para el estudio, sino también para la misma vida espiritual. Tenemos, en segundo lugar, los resortes psicológicos: La guarda del co­ razón se impone al joven como una necesidad vital de orden psíquico, si quiere triunfar en la vida, en el mejor sentido de la expresión, y hacer algo digno de admiración en cualquiera de los campos de la actividad humana. El estudiante, durante su juventud, ha de vigilar mucho su vida emotiva, si no quiere ver perdido en los enredos de un vano e intrascendente amorío todo el potencial enorme de su emotividad, aniquilándose para el estudio. La satisfacción intelectual es otro de los grandes resortes psicológicos para orientar el potencial emotivo. Claro está que, para poder llegar a sentir esta satisfacción, es necesario entregarse generosamente al esfuerzo continuado, al sacrificio. Pero aquel que ha gustado una vez la satisfacción intelectual se verá siempre atraído por ella. También el arte, en cualquiera de sus manifes­ taciones, puede ser considerado como un resorte psicológico excelente, pero siempre que esté subordinado a la moral, y evitando caer en el sentimenta

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