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254 P . T om á s d e Fontanil, O . F . M . C a p. la suficiente energía y fuerza de voluntad para dar de lado a todo aquello que pueda distraer nuestra atención de su objeto principal, resignándose a ignorar muchas cosas que nos agradaría quizás saber como dice muy bien el citado sabio español Ramón y Cajal: «Hay casos en que la ignorancia es una gran virtud, casi un heroísmo: los libros inútiles, perturbadores de Ia atención, pesan y ocupan lugar, tanto en nuestro cerebro como en los estantes de las bibliotecas, y deshacen o estorban la adaptación mental del asunto. El saber ocupa lugar, diga lo que quiera la sabiduría popular» (7). Y yo añadiría que además de «lugar» ocupa tiempo, y nuestra vida es muy limitada para poder emplearla en muchas cosas. Cuando el gran educador Binet llevó a su laboratorio a muchos niños que pasaban en las escuelas de París por retrasados mentales, comprobó, al poco tiempo, que lo que faltaba a muchos de ellos, no era capacidad mental, sino capacidad de concentración, y, cuando él educó su atención, paciente e inteligentemente, logró resultados sorprendentes en el rendimiento escolar (8). Terminamos repitiendo que la reglamentación de la atención es con­ siderada por los psicohigienistas como el primer factor del rendimiento in­ telectual. 2. — P o t e n c ia l em otivo a l servicio de la a t e n c ió n . Otro de los medios que dicta la psicohigiene para el mayor rendimiento en el trabajo intelectual es la íntima unión que debe haber entre la atención y la vida emotiva; es decir, aquel que quiera producir el máximum en el trabajo intelectual ha de poner todo su potencial emotivo al servicio de la atención. Hay que tener presente que la emotividad es una de las grandes fuerzas motrices de la personalidad. Y si tenemos las posibilidades emotivas cons­ ciente, subconsciente o inconscientemente al servicio de aptitudes y tendencias desordenadas, no nos quedará suficiente carga emotiva para ponerla al servi­ cio de nuestra atención y dominarla y sostenerla sobre aquel objeto que debemos, en nuestro caso el estudio. Como consecuencia de esta falta de atención, el rendimiento intelectual será mínimo o nulo y de este modo se llega a tener una impresión, una verdadera sensación de impotencia para el estudio, a la que seguirá necesariamente el tedio, el aburrimiento y hasta el miedo por el estudio, llegando a crear quizá de este modo un verdadero complejo de inferioridad para el trabajo intelectual. (7) Ibid., p. 52. (8) A. B in f t : Les idees modernes sur les enfaiits (París, 1911).

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