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A. P. a la «Sedes Sapientiae Eique Adnexa Stalula Generalia» 211 artes deben ser ordenadas y reducidas a la teología, la teología debe servirse de todas para iluminar y esclarecer los espíritus. Imposible hacerlo si tales artes no son suficientemente poseídas por los profesionales de la ciencia teológica. Más lamentable aún y funesto que el error se atavíe con lo mejor de la cultura humana — así viene sucediendo frecuentemente en estos úl­ timos siglos — y la teología, reina de los saberes, se presente avejentada y anacrónica. Si esto ha tenido lamentablemente lugar, en buena parte es de­ bido a que los estudios humanísticos no han estado a la altura debida en los medios clericales. La sombra del Maestro Fr. Luis de León nos lanza un reproche desde esta Salamanca en la que escribo. Sería calumniar a la cultura eclesiástica culparla del desvío de que es objeto en el pensamiento del hombre moderno. Otras causas más hondas han motivado este luctuoso suceso intelectual. Pero sería ingenuo intentar convencer o rebatir a este pensamiento moderno si no se lucha con las armas que él tan fastuosamente ha utilizado: los valores de la cultura humana. Esos deben volver a ser el mejor enmarque para la Palabrade Dios, que habló un día personalmente a los hombres y continúa hablándoles por sus órganos autorizados. Creemos hallar en estas referencias a la historia de la cultura la moti­ vación del tercer principio enunciado por el Papa en la Sedes Sapientiae. En conformidad con el mismo los Statuta Generalia ordenan taxativamente al legislar sobre los estudios medios clásicos: «Oportet ut futurorum clericorum studia nequaquam inferiora sint studiis aliorum juvenum qui, abstrahendo a tali vocatione, curriculum medium-classicum peragunt» ( 16 ). Más aún; el mismo Papa recomienda que cuantas cualidades y aptitu­ des naturales o provenientes de una formación humanística, «si bona sint, magni facienda et sapienter admittenda» ( 17 ). No obstante, celoso de conservar el necesario equilibrio, recuerda que no habría peor error en una formación religiosa que cimentarla «solum vel nimis» en razones meramente naturales, pues siempre será verdad que los medios sobrenaturales «non necessaria solummodo, sed primaria et essentialia omnino sunt»( 18 ). Si se ha definido la educación como equilibrio, por desgracia demasiado inestable en la práctica, es de admirar los esfuerzos del Papa por lograr que (16) Cf. art. 43, § 1, 1). (17) Cf. p. 12, más detenidamente aún en el párrafo siguiente (p. 13), al escribir: «Nihil prorsus neglegatur, quod ad corpus animumque perficiendum, ad omnes naturales virtutes excolendas, et ad integram humanitatem viriliter conformandam quolibet modo conferat, ita ut supematuralis deinde sive religiosa sive sacerdotalis institutio huic solidissimo in- haereat naturalis honestatis excultaeque humanitatis fundamento, siquidem hominibus eo facilior securiorque ad Christum via patet, quo in sacerdotis persona evidentior ipsis appareat benignitas et humanitas Salvatoris nostri D ei.» (18) Cf. p. 12-13.

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