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Hacia eI salario justo 187 muchos lustros, los pueblos todos de la tierra. He ahí la razón por qué el salariado revista hoy una gravedad que no había tenido nunca en la Historia Universal hasta fines del siglo XVIII o comienzos del XIX. III DIVERSIDAD DE OPINIONES Las dificultades principales en el problema o problemas del salario justo son prácticas, provienen de los obstáculos con que tropieza la realización efectiva. Pero también hay una serie de ellas puramente teóricas, que dan origen a «las más acaloradas discusiones de la sociología», como afirma el Asesor Eclesiástico Nacional de Sindicatos. Versan acerca del objeto mismo del contrato laboral, sobre la naturaleza de tal contrato, sobre su licitud, sobre su conveniencia, sobre su justicia o equidad, que es lo que más nos interesa por ahora. Sorprendente resulta lo que pasa en esta cuestión del salariado. Este viene practicándose desde hace más de mil años en los pueblos cultos. Era de esperar que, trayéndolo a la vista y entre las manos a todas las horas del día, dicho contrato sería conocido y reconocido — a lo menos por los soció­ logos — hasta en sus últimos pormenores. Sucede, empero, al revés: aun hoy en día no falta quien lo rechaza como ilegítimo; otros lo denuncian como responsable de la mayor parte de los males que padece el mundo actualmente, y aun los que admiten su licitud se muestran muy disconformes entre sí res­ pecto del objeto de tal contrato. ¿Cuál es exactamente dicho objeto? La persona del obrero, responde una primera opinión. Este se compro­ mete a sí mismo, se pone bajo la autoridad y dirección del patrono; pero sólo parcialmente y bajo ciertas condiciones libremente discutidas y acep­ tadas por él, según cánones preestablecidos en la Ley, a lo menos en nuestros días (8). No, replican otros sociólogos; la persona humana no puede ser objeto de contrato lícito más que en el matrimonio y en la adopción. Por consi­ guiente, el objeto no será la persona del obrero, sino su actividad, su fuerza de trabajo (la «Arbeiteskraft» de que hablaba Marx) o la energía humana de que hablan algunos contemporáneos, v. gr., Carnelutti. No falta quien niegue también eso y defienda que es el trabajo mismo, el ejercicio de la actividad, el acto productor, como si dijéramos el trabajo vivo. (8) Cfr. V . F a lló n : Economía Social, Juan Gili (Barcelona, s. a.), 235.

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