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198 Fr. Pelayo de Zamayón , O. F. M. Cap., P. U. E. de Salamanca cclibe, puesto que es más barata. De donde habrá de seguirse que el obrero no querrá tener hijos para hallar más fácilmente trabajo. ¿No disminuirán con esto los nacimientos, resultando que, en último término, el salario fa­ miliar es — por lo menos indirectamente — contrario a la finalidad misma de la familia, a la del mismo salario familiar? Esta objeción es grave y verosímil, pero conviene poner en claro su fuerza. La disminución de nacimientos sí podría seguirse, mas no por causa del salario familiar, sino por razón del egoísmo del empresario, atento sólo al provecho material que se le sigue. Pero, ¿no le importa al empresario mismo, al capitalista en general, la continuación de la familia del obrero, aun desde el punto de mira económico, para renovar a su tiempo debido los brazos ya cansados y viejos por otros robustos y jóvenes, de igual forma que re­ nueva los instrumentos de su oficio ya deteriorados y los cambia por otros nuevos y eficientes? Por otra parte, también es claro que una disminución de nacimientos lleva consigo una disminución de consumo, y ésta, la disminución de la pro­ ducción. Cuando el empresario favorece indirectamente el celibato de sus obreros — o la esterilidad procurada — para aumentar sus propias entradas, procura indirecta y remotamente la crisis de la propia Empresa. Por lo demás, nunca conviene perder de vista que la utilidad, separada de la ética, es más aparente que real y, por muy beneficiosa que sea, no deja de ser ilícita. Por fin — y ésta es la solución más radical y decisiva — , el salario fa­ miliar se debe también al obrero o empleado célibe o al casado que no tenga hijos, de igual manera que al padre de familia. 4.a En cuarto lugar se objeta: si el salario familiar llegase a aplicarse realmente, aumentarán las comodidades de los obreros, y con ellas su nata­ lidad; con ésta crecerá el número de parados, y, en conclusión, los beneficios que se pretende conseguir con la aplicación del salario familiar, al fin y al cabo, resultarán ilusorios. Esta objeción es un eco bastante fiel y cercano de la famosa Ley de hierro de los jornales, de Lasalle. En este raciocinio se oculta un error al afirmar que del aumento de nata­ lidad de la clase obrera se ha de seguir un aumento de parados. ¿Por qué habrá de seguirse tal aumento? ¿No podría acontecer precisamente lo con­ trario. a saber: que. aumentada la población, aumente el consumo; aumentando el consumo, crezca la producción, y creciendo la producción, se acreciente la prosperidad de la industria y con ella la mayor necesidad de mano de obra? En todo caso, libre queda el recurso a la emigración; la cual, racional­ mente reglamentada con debidas garantías, no puede rechazarse cual si fuera un medio antinatural e ilícito.

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