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144 Un método moderno de misiones Difícil problema. Francia y España, aunque vecinas, se mueven enclimas muy diferentes. En lo social y en lo religioso. España, aun con todas sus deficiencias puede decirse que tiene un clima, en general, tradicional y cristiano. En Francia el clima es más revolucionario y laico... Pero hemos de tener en cuenta que el clima del mundo se está uniformando. Los «pro­ blemas franceses» comienzan a ser españoles en las grandes ciudades, aun cuando nuestra sociología religiosa, todavía en estado embrionario, no los haya detectado. Y esto no porque se importen de Francia como una moda, sino porque son productos de una nueva conciencia social alumbrada por las corrientes ideológicas y circunstancias de civilización, que hoy son comunes a todas las naciones modernas. En España se tienen ya conseguidas, en forma ordinaria, realidades devida cristiana, que en Francia es preciso fijarlas como objetivo de Misión. Por ejemplo, formar el clima de Misión en una ciudad española, frecuentemente no supone más que unas cuantas mani­ festaciones exteriores o sacar a la calle una imagen venerada. La gente es atraída a la iglesia con mucha más facilidad, porque aquí puede decirse que todos son cristianos, aun cuando en la vida práctica dejen mucho que desear. En Francia, estos éxitos exteriores resultan casi imposibles, aun en regiones que están clasificadas, enel niapa religioso, como «cristianas». Serían incluso perjudiciales las manifes­ taciones exteriores piadosas, porque despertarían el adormecido anticlericalismo, siempre latente. Debemos tener encuenta que, aúnenesas regiones «cristianas», hay unelevado tanto por ciento que no sólo ha abandonado la práctica religiosa, sino toda religión. Son «no- creyentes». Considero interesante reproducir aquí la réplica que, a esta mi visión de la situación francesa, oponía un misionero del C. P. M. I. «En Francia —decía en una de sus cartas—-el clima laico no lo es hasta el extremo de que toda manifestación exterior de piedad sea imposible. En ciertas misiones, también nosotros tenemos ceremonias al exterior: procesiones, vía-crucis, misas al aire libre, etcé­ tera... Incluso con altavoces o autoradios. Esto agrada mucho a los fieles y acuden en gran número. Pero, pensamos que esto no es lo esencial, aun cuando atraiga grandes multitudes, y que, a veces, estas manifestaciones pueden perjudicar si las gentes llegan a creer que «la religión está salvada» y viviente porque han tenido una magnífica ceremonia. Repudiamos deliberadamente toda ilusión, y queremos un cristianismo puro y verdadero, en espíritu y en verdad, un cristianismo en toda la vida. Incluso en aquellas partes donde son posibles estas manifestaciones —y en muchos sitios lo son—, no las organizamos más que cuando no hay peligro de «confusionismo religioso». Quizá sea conveniente que usted diga esto, pues, incluso en España, podría abrir los ojos a alguno sobre loesencial. Debo comunicaros una grande alegría que yo tuve durante la Misión de Pascua en De- cazeville. El Domingo de Pasión, el Sr. Obispo ordenó de sacerdote en su propia parroquia, a un descendiente de emigrados españoles, el Abate González, y en la noche de Pascua, bautizamos a cuatro jóvenes españoles de 15, 13, 12, y 3 años; hijos de dos familias «re­ publicanas» emigradas en 1938. Tuvimos igualmente una Misión especial para los españoles, numerosos en aquella región. Comienzan a volver a Dios sólo después de veinte años, o cerca, de su permanencia en Francia. Hasta ahora, para ellos la religión y el Régimen era una misma cosa, y ellos ven ahora, por el contacto con el clero y militantes obreros de Francia, que se puede ser cristianos sin estar necesariamente de parte de tal o tal régimen político. No diga esto en su artículo. Sería censurado. Pero yo se lo digo porque es verdad, y porque plantea un problema sobre el cual estoy seguro que usted no dejará de reflexionar. Ahí quedan, como punto de meditación, las palabras del misionero francés. Hemos de dar gracias a Dios porque aún se conserva entre nosotros el clima cristiano que facilita la acción apostólica. Pero hemos de estar en guardia para que el éxito exterior y espectacular no se convierta enobjetivode nuestras misiones. Esas «crónicas de la Misión», siempre en tono panegírico, hacen pensar que la espectacularidad inmediata se convierte en objetivo en sí. En cambio encontramos pocos análisis serios, razonados con estadísticas del éxito de perseverancia en nuestras misiones. Hay pocos informes objetivos que ayuden a los pastores ordinarios a tener una visión realista del problema y que les claven la in­ quietud pastoral en la conciencia. ¿E s APLICABLE EL MÉTODO C . P. M . I. PARA ESPAÑA?

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