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P. Buenaventura de Santamaría, O. F. M . Cap. 143 c) M isiones especializadas. Simultáneamente a la Misión en la iglesia y en los barrios, se tiene la Misión especiali­ zada para los llamados medios de vida: mundo obrero, mundo independiente, juventud obrera, enseñanza... Misioneros especializados, dentro de cada equipo de centro, actúan en este «medio» dirigidos, en plano regional, por un Responsable Jefe de esta Misión especializada. Este ResponsableJefe formaparte del EstadoMayor delaMisión, ysu labor es coordinar los tra­ bajos y hacer que se persigan los objetivos fijados y se oriente la acción hacia la estabi­ lización de estructuras que aseguren, para ese «medio», el fruto de la Misión. C u a r t a se m a n a d e M isió n . Terminados ya los ejercicios colectivos en la iglesia, resta aún otra labor. Quizá la niás fundamental y delicada: la de estructurar la organización precisa, dentro de las posibili­ dades de la pastoral ordinaria, que asegure el fruto e incluso lo aumente. Estas nuevas estructuras que ahora han de nacer han sido perseguidas desde el lanzamiento de la Misión General. Pero, naturalmente, han de ser algo muy serio y no puedenser lanzadas sencilla­ mente porque se ha terminado la Misión o basadas en el entusiasmo del momento. Hay que desconfiar de este clima de falso optimismo que crea la Misión. Estructuras establecidas así, a voleo, luego se desinflan solas. Esta labor de estructurar la Misión queda a cargo de los misioneros que se ocuparon en las misiones especializadas, en colaboración con el clero parroquial. Tienen que estudiar la forma de ensamblar estos movimientos dentro de los cuadros generales de la A. C., sobre todo, de la especializada. Han de ligarlo a los grandes movimientos diocesanos y nacionales, porque todo lo meramente parroquial resulta hoy muy efímero. Los llamados a tomar el mando de estos nuevos organismos son los mismos que han tomado parte en las Comisiones generales para el desarrollo de la Misión. Estas Comi­ siones y Comités (director y parroquial) se transformarán para ello en organismos ordina­ rios de evangelización. Esto exige una revisión del número de sus componentes, de su com­ petencia y también del programa en función de la nueva situación creada por la Misión. Desde esta última semana de Misión se ha de fijar ya el programa de actividades del año inmediato, dentro del plan de evangelización aprobado. NOTAS F I NALES Más de un lector se sentirá abrumado por este método de misiones tan complejo. No lo niego. Es complicado el «método C. P. M. I.» Pero ha de tener encuenta que, como siem­ pre, lo es mucho más sobre el papel que en la práctica. En la misma Francia se critica al Centro Pastoral de Misiones en el Interior por suexcesode organización, decatalogación, de separación entre la Misión en la iglesia y la de los barrios, por tantos retiros especializados... Puede ser que este mismo artículo dé igualmente la impresión de que el esfuerzo misionero del C. P. M. I. se convierte en una fórmula, a pesar de que sus orientadores insisten cons­ tantemente en que se trata, ante todo, de un espíritu nuevo, aportado al tradicional método misionero por los recientes descubrimientos sociológicos sobre la vida y la necesidad de una pastoral colectiva. Creo que con el tiempo el C. P. M. I. simplificará su técnica e incluso reducirá su radio de acción. Pero esto sucederá cuando las diócesis, adquirida conciencia de las nuevas reali­ dades, renueven los actuales métodos apostólicos, demasiado simplistas y empíricos, y esta­ blezcan los necesarios planes de evangelización colectiva. Entonces ya los misioneros no tendrán que realizar estos planes, sino reanimarlos y ser colaboradores de ellos. Entre tanto se juzga imprescindible comenzar por establecerlos y orientarlos. Antes de cerrar este artículo quiero suscitar una cuestión ante mis lectores, sobre todo, los misioneros. A ella yo me guardaré mucho de responder taxativamente.

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