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120 Elfin de nuestracivilización segúnMareeI de Corte producidos por el conflicto armado de la mayor parte de los pueblos del globo. Esa crítica habría sido negocio fácil de practicar, com o obviamente se entiende. Porque presenciar los horrores causados por los artefactos bélicos que la C ienc ia y la Técnica habían puesto en maños de los combatientes; justipreciar su potencia y lamentar su fuerza destructora; condenar la civilización inhumana que los produjo y los empleó: Todo eso es muy fácil. Com o fácil es extralimitarse en semejantes apreciaciones. Pero los pensadores no se contentan con eso: con reprobar la «civilización técnica» por causa de sus efectos desagradables. Pasan más allá: penetran en la complicada problemática que nos ofrece la civilización en la sociedad contemporánea y calan hondo en sus complejas estructuras. Digamos en seguida que el resultado de semejantes exámenes no es satisfactorio; los análisis resultan unilaterales, y, a veces, hasta oscuros; las conclusiones no aparecen ple­ namente demostradas: de modo que no puede menos de insinuarse en la mente del lector un cierto escepticismo, cuando los autores le presentan los remedios que estiman oportunos para sanar los males denunciados y evitar la ruina de la civilización. ¿D e quién es la culpa? No todo depende de los pensadores: buena parte se debe a lo huidizo y complejo del material con que trabajan: La civilización, o la «cultura» com o se ha dado en decir con germanismo reprobable. En efecto: ¿Qué es una civilización? «El fenómeno de la civilización — responde uno de los más profundos escritores sobre el presente tema, M a rce l de Corte ( 3 ) — resiste enérgicamente al análisis. Su contenido es tan vasto que es difícil asirlo y proceder a su desmenuzamiento: religión, arte, literatura, ciencia, costumbres, concepción de la existencia, etc., se mezclan y se entrecruzan, se organi­ zan y se funden los unos en los otros en una inmensa colada homogénea. Una solidaridad recíproca los liga entre ellos y a un conjunto que huye ante el pensamiento desde que éste in­ tenta captarlo para planteárselo ante sí. Y ocurre con la civilización lo mismo que con la vida: constituye un todo indescomponible, no solamente com o consecuencia de su amplitud, sino en virtud de un carácter irreductible que hace que ese todo no sea equivalente a la suma de sus partes. Conocemos, por ejemplo, los elementos principales de la civilización griega. Innumerables investigaciones los han puesto a la luz; la exploración está prácticamente terminada. Y, sin embargo, la controversia no tiene fin desde que se trata de presentarlos: entre la interpretación de Winckelmann y la de Nietzsche hay un abismo. Ocurre lo mismo con las civilizaciones primitivas de las cuales los sociólogos de gabinete se han hecho una especialidad. En todas partes el camino se detiene en el umbral...» De tal acopio de datos eruditos y esfuerzo de análisis se han venido a proponer varias definiciones o descripciones de «civilización». Se la ha definido com o la «expresión, a veces muy compleja, del hombre ante la realidad en que debe vivir»; o más brevemente: «la ex­ presión de la vida originaria»; o con otras palabras: «la forma de la vida para el hombre». También se ha escrito que una civilización es una «herencia de creencias, de costumbres y de conocimientos lentamente adquiridos en el curso de los siglos, difíciles a veces de jus­ tificar por la lógica, pero que se justifican ellas mismas, com o los caminos, si conducen a alguna parte». En el decurso de los tiempos históricos, han vivido los hombres con diferentes formas de vida o de civilizaciones. Arnold Toymbee señala hasta veintiséis tipos distintos de ellas, de las cuales sólo cinco subsisten hoy en día, la mayoría gravemente atacadas en sus obras vivas. ¿Cuáles son las señales visibles de esta grave decadencia de la civilización contem­ poránea, singularmente de la europea u occidental? I I Marcel de Corte indica varios: Él primero, aunque el menos advertido, es la conciencia que de ello tenemos. Con la lucidez perfecta del enfermo que conoce su mal, seguimos el camino de ,esa decadencia. Vemos unas después de otras las funciones de la vida civilizada: las costumbres, el arte, la ciencia, la filosofía, la política, la religión, la sociedad, atacadas por un implacable proceso de decadencia. Nuestra conciencia se ensancha a la medida del movimiento que las descompone y que la libera (O b . cit., p. 31 ). Si es verdad que un organis­ mo muere cuando su coherencia interna desaparece, la civilización moderna ha llegado ( 3 ) M a r c e l d e C o r t e , Ensayo sobre e l fin de nuestra civ ilizac ión , Fomento de Cultura, Valencia (s. a.).

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