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130 E¡ fin de nuestra civilización según Marce! de Corte zación, haciendo que los tiranos traten a los súbditos no como a personas, sino como a seres destituidos de derechos. Y no se diga que esto es raciocinio «cristiano», tomado de la revelación para salir del paso y continuar admitiendo la necesidad de la religión; no; es verdad natural, perceptible por las solas fuerzas de la inteligencia humana, como la intuyó y expuso Platón a lo largo de varios pasajes de su República. Esta necesidad de la religión es mayor, si cabe, en nuestra época. Porque la ciencia—y la técnica que está a su servicio—han llegado a inventar instrumentos de extraordinaria potencia destructora: las bombas y demás armas termonucleares, cada día mas potentes. ¿Qué peligros no corre el género humano ante tan extraordinario acontecimiento? Graví­ simos. Si los artilugios exterminadores atómicos estuvieran en manos de gobernantes ho­ nestos, sensatos, moderados en sus ambiciones y temores y rivalidades, no sería tan de temer el peligro. Pero cuando tales armas llegaren a estar en manos de tiranos ambiciosos de dominio universal, sin cortapisas religiosas ni morales que frenen su conducta, cabe preguntarse: «¿Vamos a dar fina la raza humana o renunciará la humanidad a la guerra?», como se preguntaban Einstein y otros grandes hombres científicos, entre ellos cinco sabios galardonados con el premio Nobel (5), fundándose en que «el uso de las armas nucleares abre ante el mundo el riesgo de la muerte universal», como afirman tales sabios. Ese mismo peligro indica dónde se puede hallar el camino para la vuelta hacia Dios. Quiero decir: Volverá el género humano a ser religioso cuando vea que sin Dios o fuera de Dios—o más propiamente, lejos de Cristo—, no puede hallar la seguridad que necesita: cuando perciba palpablemente el peligro gravísimo que corre, si a Dios no se convierte. Como si dijéramos: Para vivir, necesitamos gozar de seguridad; para conseguir ésta, es precisoelevar el nivel moral de los pueblos y, sobre todo, el de los gobernantes; para afianzar ese orden moral y hacer que en la práctica resulte efectivo, es indispensable la religión o, loquees igual, la vuelta a Dios, queesel primer fundamentode todo derechoy forma labase, la única base firme, de la moral y el último amparo ante el peligro de muerte universal que se cierne sobre el género humano en nuestros días, cosa que nunca había acontecido en la la Historia universal. Esa es la orientación lógica que dió a sus ideas y exhortaciones Su Santidad el Papa, fe­ lizmente reinante, en el mensaje referido, tratando de demostrar, en su últuma parte, la tesis expresada en esta forma: «La vida humana necesariamente ha de completarse y fundarse en Cristo» ( 6 ). Si el mundo escuchara la voz del Sumo Pontífice, estaría próxima a sonar en el reloj de la Historia la hora del advenimiento del reino de Dios sobre la Tierra. P. P elayo de Z amayón , O. F. M. Cap. (5) Declaración que B e r t r a n d R u s s e l l dió a lapublicidaden Londres el 9julio de 1955. ( 6 ) Cfr. L'Osservatore Romano, a. 95 (1955). núm. 299, pág. 2. Cittá del Vaticano.

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