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116 Cristianismoy mundanidad C on estos antecedentes no nos puede ex tra ñ ar la confesada sim p atía que el filósofo danés sentía po r varios aspectos o m od alidades del catolicism o . A h o ra sólo nos interesa su b ray ar brevem ente su apolog ía de la sa n tid a d . El p ro testan tism o , nos dice, ha abolido la canonización católica de los asce­ tas, de los m ártires y de hom b res semejantes, y, en cam bio, h a can o n iz ad o a los titulares de la co frad ía de los filiste o s.. . P o r eso p a ra el p ro testan tism o el tiempo de los san tos ha pasado a la historia, en ta n to que en la Iglesia c a ­ tólica siempre se encuen tra alguno que aspire a la san tid ad . Y a la cab eza de todos m arch a la Virgen Santísim a, p o rqu e fué la m ás p ro b a d a p o r el do lo r. M a ría es el modelo m ás excelso del « ex trao rd in ario » y es p a ra noso tro s m o ­ delo de fe, de libertad , que se a b a n d o n a incondicionalm ente en las m ano s de Dios, y que sobre to d o se asem eja a C risto p o r m edio del sufrim iento, sim ­ bolizado en aquella espada que vió teñ ida de sangre el venerable viejo S im eón. Es bello co n statar cóm o allá, en la lejan a D in am arca, en medio de un am biente de cerrado pro testan tism o , uno de los hom b res más religiosos que h a dado la R efo rm a proclam e las excelencias y la ejem plaridad de los san to s, de los ascetas, de los m ártires y, sobre todo , la ejem plaridad sin p a r de la Virgen y M adre de D ios. P. G abriel de S otiello , O. F. M. Cap.

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