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106 Cristianismoy mundanidad Así también tod as las religiones que han carecido de la esperanza en la e te r­ nidad. Pero el cristianism o es esp íritu y no carne y cree en esa inm o rta lid a d del espíritu, y p o r eso lo que le interesa no es perpetuarse en los hijos, sino per­ petuarse espiritualm ente en sí m ismo, y esa espiritualización se verifica an te to d o con la virginidad, con la renuncia a los goces del m atrim on io y al confort de una vida bu rguesa y apacible. U n a segunda razón po r la qu e K ierk eg aard abo rrece el m a trim o n io tiene p o r base su d o ctrin a del p ecado original, y, en general, la d o c trin a p ro tes­ tan te de la co rrupción de la n atu raleza hum ana. D a r ser a un hom b re es crim inal. El hom b re en tra en el m undo po r el cam ino del crim en y su existen­ cia es un crim en; la propag ación de la especie hum an a es la caída en el pe­ cado, y el m undo no es o tra cosa qu e una galera en la que de con tinuo se está co n ju ran d o co n tra D ios, hasta qu e llega la m uerte com o un a liberación. ¿Se­ ría entonces lícito el suicidio? K ierkegaard no llega a esta consecuencia ex tre­ m a ; pero la ilicitud del suicidio no proviene de ser un a ing ratitud p ara con D ios, destruy endo el don de la existencia que de El recibimos, sino que es sim plem ente un a im paciencia, p o r la que nos ad elan tam o s culpab lem ente al térm ino prefijado p o r el Señor. N o ha pod ido K ierkegaard inven tar una evasión m ás endeble p a ra salir del paso. O tras veces se en fren ta con los defensores del m atrim on io con aqu ella tem ible lógica, carg ad a de iron ía, que era una de las arm as que m a n eja b a con m ayo r destreza. Los que se casan, dice, en el fondo, si son cristiano s, r a ­ zonan de esta m a n era: «Señor, Tú quieres que sea célibe. Yo no me siento con fuerzas p ara hacerte ese sacrificio; pero, en cam bio, te d aré diez hijos, p ara que sean ellos los que se consagren a T i y Te am en .» ¿Y qué sucede? Q ue cada uno de esos diez hijos se hace el m ismo razo n am ien to que se h a b ía hecho su padre, y así el m undo se va p o b lando que es una bendición, y D ios se va qu ed ando cada vez con m enos ado rado res. Y llega a afirm ar que to d o s los males de la cristiand ad tienen su origen en el hecho de h ab er rechazado el celibato. La razón suprem a po r la que p ro p u g n a el celibato es p a ra pod er am a r a D ios com o D ios debe ser am ado . L a razón es válida; pero lo que no es válido es concluir que p ara ser cristiano se d eb a ser célibe. H ab ría que d em o strar antes que D ios qu ería de todo s ese estado de perfección superior, y no es fácil que lo pud iera p rob ar. Las p alab ras de C risto lo que Dios ha unido no encu en tran cabida en el pen sam iento cristiano de K ierkegaard.

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