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P. Gabriel de Soliello , O. F. M. Cap. 105 logia de la mujer en los año s del noviazgo. P ero llega el m atrim on io y la m ujer se m u estra com o m era tem po ralid ad . T am bién es posible que, con el tiem po, el m ismo K ierkegaard se haya ido sugestionando insensiblem ente, e id ealizando aquel, desde cierto p un to , fracaso de su in ten to m atrim on ial. De hecho, en los escritos de los últim os años, la fobia c o n tra el m atrim on io se presen ta con una insistencia m ach a con a e insensata, y no se can sa de ach acar al pro testan tism o la p referencia que la R efo rm a d ió al m atrim o n io sobre el estado de virginidad. Y aqu í, de p asada, bien se le puede ap licar a K ierkegaard lo de consejos v e n d o . . . N u estro filósofo vió en el p ro testan tism o un a falla capital, un a e rra d a desviación desde sus com ienzos. N ació (la R eform a) com o un correctivo, y d esde ese pun to de vista h ab ía razones claras p ara in te n ta r un m ejo ram ien to de aq u ella m altrech a cristiand ad que en con tram o s en el ocaso de la E dad M edia y en los albores del R enacim iento. Lo que fracasó fué el cam ino y el h ab e r hecho de lo que estab a llam ado a ser solam ente un toque de alarm a, un p rog ram a definitivo. Y esta crítica se puede volver a h o ra co n tra el m ismo K ierkegaard en el asu n to del m atrim on io y el celibato. C om o un toqu e de alarm a, está bien y es noble su po stu ra, pues u n a de las adulteraciones, de las m undan izaciones más d esm o ralizado ras qu e in tro d u jo el p ro testan tism o en el cristianism o fué la abolición del celibato y la exagerada glorificación del m atrim on io . P ero K ierkegaard fué m ucho m ás ad elan te que el m ismo catolicism o, al co n d e n ar el m atrim on io com o algo constitucion alm en te anticristiano. E sta p o stu ra equivocada la pretend e sostener K ierkegaard con diversos argum entos, ninguno de ellos, n atu ralm en te, convincentes, o sólo razon ab les a medias. A n te to d o se esfuerza en e n c o n trar un a total oposición en tre el A n tiguo y el N uevo T estam en to , y, co rrelativam en te, en tre cristianism o y jud aism o . Se tra ta ría de dos concepciones an titéticas an te la vida. P ara el ju d aism o , p o r ejemplo, el bien suprem o es la prole, el d ejar una sana y copiosa descen dencia, com o signo inequívoco de la am o ro sa bendición de D ios. Y quiere fun d ar h istóricam en te esta actitud ju d ía en el hecho de que los ju d ío s no creían en la inm o rtalid ad personal (8). A h o ra bien, d escartad a esa esperanza en la inm o rtalid ad , el in stin to hu m ano de conservación se o rien ta hacia la supervivencia en los descendientes. (8) N o es exacta la ¡dea expuesta por Kierkegaard de que los judíos no creían en la inmortalidad. Si parece cierto que entre los antiguos hebreos no encontramos una espe ranza de ultratumba, no cabe duda de que en el libro de la Sabiduría, en Daniel, en los Macabeos, se enseña claramente la retribución después de la muerte. — Cf. M. G a r c í a E s c u d e r o , O. P., La vida de ultratumba según los antiguos hebreos, en S lmanticensis, 1 ( 1954 ), fascículo 2 , p. 364 .
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