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102 Cristianismoy mundanidad En el pag anism o, el d istintivo d e la relación del hom bre D ios es éste: ten er fo rtu n a y buen éxito. L a p ru eb a p alm aria de que D ios nos am a consiste en que to d o nos salga a pedir de boca. En el ju d a ism o ya se inicia el cam b io : la am istad de D ios se traduce en el sufrim iento. P ero es un sufrim iento pasajero, que se trueca luego en fo rtu n a y abundancia. En el cristianism o, ser am ado de D ios es sinónim o de padecer, pero con el único consuelo de la etern idad. ¿Pero es éste el concepto que los cristianos tienen del cristianism o? ¿No se cree com pletam ente com pag in ab le el b ienestar y el confort con un a vida in ta ­ chablem ente cristiana? He aqu í o tro m odo de m anifestarse ese cristianism o del que están ausentes los cristianos. Y aqu í tenem os la p rim era ab erración del cristianism o actual, la su p lan ­ tación de la catego ría sufrim iento p o r la de bienestar, retrocediendo de este m odo de una religión espiritual a religiones carnales, tales com o nos las p re ­ sentan el paganism o y el pueblo ju d ío . O, en térm inos más generales y p rá c ti­ cos, la desvinculación de la vida c o tid ia n a de los cristiano s con la d o ctrin a que han profesado. P ero esta co rru p tela se nos irá m o strando con más claridad a m ed id a que vayam os av anzando en nu estra exploración. LA VI DA Y EL S ISTEMA O EL C AM I N O D E LOND R ES Es conocida la id en tid ad que establece Hegel en tre el contenido de la re­ ligión y el de la filosofía. La iden tidad es sustancial, a u n q u e se diferencien en el m odo de aparecer, de p resen tarse an te la conciencia del creyente o an te la razón especulativa del filósofo. U n m ismo conten ido es p ara el creyente un hecho histó rico y p a ra el filósofo un sím bolo de ideas generales. El hom b re religioso vive ese con tenido p o r medio de form as externas, im aginativas. El filósofo, en cam bio, en un a fase evolutiva m ás av an zad a, eleva esos elem entos concretos, tod av ía inm ersos en lo pu ram en te individual, a ideas de v alo r ge­ neral y universal. Esto llevaba a d esn atu ralizar, a « n atu ra liz ar» m ejor, to d a la sob ren atu ral realidad del cristianism o, reb a ján d o lo a ser un m om en to m ás en el proceso dialéctico del espíritu. Y fué ésa la m ás trem end a y funesta falsificación del cristianism o que pretend ió llevar a cabo el siglo X IX , ta n to que el m ismo m arxism o cabe holg adam en te d e n tro de esta m ixtificación. P o rqu e sem ejante d o ctrin a se p retend ió llevarla a la práctica, lo cual equivalía, h ab lan d o en

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